P. José Luis Correa Lira
Gerasa era una ciudad pagana rica, en el territorio de la Decápolis, al otro lado del Jordán, donde el Evangelio, esta vez según san Mateo (8,28-34) dice que fue una vez Jesús,
“En aquel tiempo, llegó Jesús a la otra orilla, a la región de los gerasenos.”
En esa ocasión, dos endemoniados furiosos salieron desde el cementerio a su encuentro.
Jesús expulsa a sus demonios, dejando que vayan al lugar que han escogido (cerdos): así¬ salen del cuerpo del poseso, de un modo visible, en clara escenografí¬a de catarsis interior y exterior.
Los demonios se destruyen: ellos mismos han querido introducirse en los cerdos, donde encuentran un lugar que les parece propio de su condición (son signo judí¬o de impureza), para después precipitarse en la hondura del mar (expresión de muerte: cf. Mc 5,9-14).
También hoy, como en toda época, el demonio sigue actuando, aunque quizá más solapa, pero no por eso menos eficientemente. Con él ni con sus tentaciones se dialoga. Se les expulsa.
Surja Dios, se dispersen sus enemigos y huyan de su presencia los que lo odian, reza el salmo exorcista del Antiguo Testamento. Amén
P. JL
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