Meditación
De la parte conocida de la Plática del 31 de Mayo, este es el trozo final. No sabemos si ese fue el final de la plática, pero como final es grandioso.
Aparece en toda su fuerza la importancia decisiva del amor humano. La importancia de todo lo creado como camino hacia Dios y lugar de su encuentro. Ahí está la raíz de nuestra espiritualidad salesiana (de San Francisco de Sales).
Hay un mundo y un mundo. El mundo, lugar de encuentro con Dios, con los hermanos, y donde podemos crecer en el amor a los demás para saborear algún día a Dios que es puro amor; y el mundo como lugar del desamor, del amor solamente a uno mismo, como lugar de egoísmo y, por eso, de incapacidad para comprender a Dios y camino seguro al infierno.
Para nuestro padre, el cielo será comunión con Dios y los hermanos, y lo que Dios unió en la tierra no lo separará el hombre. Nuestro cielo será con todos los que amamos; iremos juntos hacia el encuentro con Dios Uno y Trino, y seguiremos amándonos para siempre; porque los hombres no somos cosas, no somos peldaños; somos hijos del Dios vivo destinados a vivir para siempre con la Santísima Trinidad, amándonos en un torbellino de amor que no podemos ni siquiera soñar.
Pareciera que Dios, nuestro Padre, nos dijera por boca de nuestro fundador:
Ustedes, mis hijos, se complican tanto con todo. Separan todo; disgregan todo y ponen antagonismos donde sólo hay unidad e integración. Todo lo creado surgió de mi amor y sabiduría, no de la nada
Todo viene de mí. Ustedes, a quienes hice libres, manchan, mal usan, desusan y abusan de todo, de las cosas y de sus hermanos. Pero yo los creé en una inmensa y armoniosa unidad, llena de amor, llena de respeto, llena de admiración.
El amor es la gran fuerza unitiva. Juan el Apóstol dice que Dios es amor. Y él dijo bien, el más querido de los discípulos de mi Hijo Jesús. Entrar en la dinámica del amor es entrar en la dinámica de mi vida trinitaria. Por eso, el amor no pasa, como dice Pablo. Cada uno de ustedes, cuando entre en nuestra vida, entrará a amar con una hondura inimaginable, y la unidad que el amor provocó en la tierra, se perpetuará en el cielo para siempre.
La cruzada del 31 de Mayo es para salvar y hacer vida esta visión y vivencia integradora del amor. Hijos queridos, el 31 de Mayo los envía a cada uno de ustedes, a amar sin miedo, a amar con el amor de mi Hijo y su Madre queridísima, mi hija María, por quien siento una ternura infinita como ustedes no podrían comprender. Cuando ustedes amen como Jesús y María, amarán con pureza, con fidelidad, con generosidad; amarán como yo los amo a ustedes. El cristianismo del siglo XXI es el cristianismo que pone por encima de todo el amor. Esa es la misión el 31 de Mayo.