P. José Luis Correa Lira
Hace unos días el Papa entregó su Mensaje para el 108º Día Mundial del Migrante y del Refugiado, que se celebrará el 25 de septiembre, titulado ‘Construir el futuro con los migrantes y los refugiados’.
Es un nuevo y sentido llamamiento para cambiar el enfoque y la percepción de los ‘hermanos’ migrantes. El Papa deja claro que los migrantes y refugiados no son invasores, ni destructores, ni usurpadores, sino trabajadores bien dispuestos, instrumentos para “conocer mejor el mundo y la belleza de su diversidad”, portadores de “dinámicas revitalizantes y animadores de celebraciones vibrantes” en el caso de los católicos.
También dice que “su trabajo, su capacidad de sacrificio, su juventud y su entusiasmo enriquecen a las comunidades que los acogen”. El llama a renovar nuestro compromiso con la construcción de “un mundo donde todos podamos vivir dignamente en paz” y nadie sea excluido. Para que reine esta “maravillosa armonía” es necesario “acoger la salvación de Cristo, su Evangelio de amor, para que se eliminen las desigualdades y discriminaciones del mundo presente”, pues el proyecto de Dios es “esencialmente inclusivo” y “sitúa en el centro a los habitantes de las periferias existenciales”.
“La presencia de los migrantes y refugiados representa un enorme reto”, pero también es “una oportunidad de crecimiento cultural y espiritual para todos”. Gracias a ellos “podemos madurar en humanidad y construir juntos un ‘nosotros’ más grande”, dice el Papa, pues esto genera “espacios de confrontación fecunda entre visiones y tradiciones diferentes” y descubrimos “la riqueza que encierran religiones y espiritualidades desconocidas para nosotros”. Incluso la llegada de migrantes y refugiados católicos ofrece, de hecho, “energía nueva a la vida eclesial de las comunidades que los acogen”. “Compartir expresiones de fe y devociones diferentes representa una ocasión privilegiada para vivir con mayor plenitud la catolicidad del pueblo de Dios”.
Ojalá así lo vivamos no solo frente a europeos ucranianos sino también frente a todos los demás que sufren este flagelo.
Bendiciones para todos, tanto los que parten, llegan y los que los reciben acogen e integran.
P. JL
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