Meditación
Nuestro padre fundador siente esa contradicción tan humana: está contento por lo que ha hecho (escribir la Epístola perlonga), pero también se da cuenta, porque no es un inconsciente, que ello traerá consecuencias. Sin embargo, el trabajo lo ha hecho para ella. Por amor a ella, para que ella pueda seguir actuando como educadora de los miembros del Cuerpo Místico de Cristo, así como fue la educadora de la Cabeza, al asumir la tarea de educar a Jesús.
Y lo más significativo: él tiene conciencia que, en la fuerza del Espíritu Santo que las Hermanas, solidariamente, han pedido en ese tiempo, y en la fuerza del Capital de gracias, todo ha sido posible. Lo dice con la humildad de quien sabe que en el misterio el Cuerpo Místico del Señor estamos profundamente unidos los unos a los otros: es un trabajo hecho en común.
El Padre Dios, por medio de estas frases de nuestro fundador, nos dice a cada uno:
Hijo querido, he soñado que tu vida cotidiana sea como la del fundador: llena de solidaridad, llena de sentido de pertenencia; lo que tú haces revierte en bien o en mal de tus hermanos. No trabajes únicamente para hacer las cosas bien, sólo éticamente, sino por amor: por amor a tus hermanos, por amor a mí, en respuesta de amor a mi amor. Por eso, no tengas miedo de enfrentar nada que hayas hecho con la clara intuición que es mi voluntad, porque, a pesar de las oscuridades, al final resplandecerá mi victoria y mi amor fiel.