P. José Luis Correa Lira
En un mensaje de Cuaresma de hace veinte años, san Juan Pablo II decía que “la sociedad actual tiene necesidad profunda de redescubrir el valor de la gratuidad, especialmente porque en nuestro mundo parece triunfar con frecuencia una lógica caracterizada exclusivamente por la búsqueda del lucro y de la ganancia a cualquier costo. Ante la sensación difundida de que toda opción y gesto están dominados por la lógica de la compraventa del mercado y del triunfo de la ley de la mayor ganancia posible, la fe cristiana replantea el ideal de la gratuidad, fundado en la libertad consciente de las personas, animadas por un amor auténtico.”
Se actúa con gratuidad cuando se hace el bien porque sí, no a cambio de algo, sin buscar retribución, ni siquiera se busca reconocimiento (aunque ser agradecido es parte de la justicia, le toca al otro).
La gratuidad supone, además, que lo que se hace ‘gratuitamente’, se hace por amor y bien. Nada peor que, porque no hay recompensa, las cosas se hacen a regañadientes y a medias. Eso, como se dice, no se vale. Le quita el mérito a lo realizado gratuitamente. No todo tiene que ser pagado.
En Costa Rica se usa mucho la expresión ‘me regala’. A pesar, que no está indicado que se esté pidiendo algo regalado, sin embargo, la expresión en sí misma es muy bonita y cobra sentido ante lo dicho arriba.
Dios no solo nos regala todo (todo bien proviene de Él), sino que se nos regala a sí mismo, en el colmo de lo dadivoso y generoso sin límites que es y actúa.
Ojalá seamos imitadores de ese amor de gratuidad de Dios.
P. JL
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