P. José Luis Correa Lira
Jueves Santo. Hoy es la institución del Sacerdocio y de la Eucaristía.
En la Misa Crismal en la catedral celebraremos lo primero, con la renovación de las promesas sacerdotales y la bendición de los óleos que se utilizan para los sacramentos.
Por la noche, en la Misa de la Última Cena celebraremos lo segundo.
Ambos sacramentos están obviamente íntimamente unidos.
A propósito del Jueves Sacerdotal por excelencia, comparto un par reflexiones que nos propusieron desde el Vaticano para este tiempo y camino sinodal y que me parecen muy acertadas:
“Mirar a vuestras comunidades con esa mirada contemplativa de la que nos habla el Papa Francisco en la Evangelii gaudium (n° 71) para descubrir los muchos ejemplos de participación y de maneras de compartir que ya están germinando en vuestras comunidades (…) esta fase diocesana del proceso sinodal propone «recoger la riqueza de las experiencias de la sinodalidad vivida» (Doc. prep., 31). Estamos seguros de que hay muchas más de lo que puede parecer a primera vista, quizá incluso informales y espontáneas. Allí donde se escucha profundamente, se aprende unos de otros, se valora los dones de los demás, se ayuda y se toman decisiones juntos, ya hay sinodalidad en acción. Todo esto debe ser resaltado y apreciado para desarrollar cada vez más ese estilo sinodal, que es «el modus vivendi et operandi específico de la Iglesia, Pueblo de Dios» (Doc. Prep., 10).
(…) descubrir cada vez más la igualdad fundamental de todos los bautizados y de estimular a todos los fieles a participar activamente en el camino y la misión de la Iglesia. Así tendremos la alegría de encontrar hermanos y hermanas que comparten con nosotros la responsabilidad de la evangelización. Pero en esta experiencia del Pueblo de Dios, puede y debe emerger de una forma nueva, el carisma especial de los ministros ordenados para servir, santificar y animar al Pueblo de Dios.”
En este sentido, se nos pide hacer como sacerdotes una triple contribución al actual proceso sinodal:
“– Haced todo lo posible para que este camino se base en la escucha y la vivencia de la Palabra de Dios.
– Esforcémonos para que este camino se caracterice por la escucha y la aceptación mutuas (…) que el amor cure las relaciones y sane las heridas que a menudo afectan al tejido de la Iglesia, para que vuelva la alegría de sentirnos una sola familia, un solo pueblo en camino, hijos de un mismo Padre y, por tanto, hermanos entre si, empezando por la fraternidad entre los sacerdotes.
– Cuidar que el viaje no nos lleve a la introspección, sino que nos estimule a salir al encuentro de todos.
Y concluye esta carta “con dos pasajes del Documento Preparatorio que pueden inspirar y acompañar casi como un vademecum.
‘La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir’ (n. 9).
‘Recordamos que la finalidad del Sinodo y, por tanto, de esta consulta no es producir documentos, sino ‘hacer que germinen sueños, suscitar profecias y visiones, hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, resucitar aurora de esperanza, aprender unos de otros y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos’ (n. 32).”
Que esto nos inspire en este nuevo año de vida sacerdotal.
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com