P. José Luis Correa Lira
San Juan nos regala un hermoso relato de una parte de la última Cena.
Me detengo solo en dos acciones y frases importantísimas.
Una, la del propio discípulo amado, que con toda naturalidad e ingenuidad (la de la filialidad) reclina su cabeza sobre el pecho del Maestro. Como para auscultar los latidos del corazón de su amigo.
También nosotros podemos imitar ese gesto con la misma actitud filial. Acercarnos al corazón inmaculado de Jesús, para oírlo, escucharlo, para hacer nuestros sus sentimientos, incluso sus sufrimientos.
La segunda frase la tomo del final del relato del Evangelio de hoy. Pedro manifiesta y asegura a Jesús su disponibilidad a dar la vida por él.
Me recuerda lo que el mismo Jesús dijo antes: Nadie tiene amor más grande que el que da su vida por sus amigos (Jn 15, 13)
Por eso, Jesús interrogará a Pedro, en lo que se llama el examen del pastor, sobre su amor: Pedro, ¿me amas? Solo ese amor incondicional por Jesús lo capacitará a efectivamente dar su vida por él, como ocurrió en su posterior martirio en Roma.
Les deseo crecer en las actitudes de estos dos Apóstoles, de (genialidad de la) filialidad y fidelidad hasta la muerte.
P. JL
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