P. José Luis Correa Lira
Ya ad portas de iniciar mañana con el Domingo de Ramos, la Gran Semana, Juan nos dice que algunos de los que habían visto que Jesús había resucitado a Lázaro, en Betania, fueron a ver a los fariseos a contarles lo que había hecho Jesús, lo que fue tratado por el sanedrín, decidiendo finalmente matarlo.
El viernes próximo, Viernes Santo, recordaremos la muerte de Jesús en el Calvario, en su crucifixión, entregado por el traidor, Judas el iscariote.
“En la Pasión, la misericordia de Cristo vence al pecado. En ella, es donde éste manifiesta mejor su violencia y su multiplicidad: incredulidad, rechazo y burlas por parte de los jefes y del pueblo, debilidad de Pilato y crueldad de los soldados, traición de Judas tan dura a Jesús, negaciones de Pedro y abandono de los discípulos. Sin embargo, en la hora misma de las tinieblas y del príncipe de este mundo (cf Jn 14,30), el sacrificio de Cristo se convierte secretamente en la fuente de la que brotará inagotable el perdón de nuestros pecados.”
¿Cuántas veces somos también nosotros los que abandonamos o, peor aun, traicionamos a Jesús, sobre todo con nuestro “pecado que lo traiciona”?
Culmino con la oración sobre el pueblo de este día:
Ten misericordia, Señor, de tu Iglesia suplicante y mira compasivo a quienes se inclinan de corazón ante ti, para que no permitas que los que redimiste con la muerte de tu Unigénito, queden expuestos al pecado.
P. JL
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