P. José Luis Correa Lira
El Papa Francisco exhortó a no olvidarnos de Ucrania en los próximos días y semanas y, Dios no lo quiera, meses.
Por ello comparto esto que ha circulado en varios medios:
¿Han visto esto en las noticias?:
Más de 6,000 sacerdotes y religiosas católicas se han quedado en Ucrania para dar refugio, comida, curar heridos, sostener espiritualmente y administrar sacramentos. Algunas personas han ido a confesarse por primera vez, para estar preparados para la muerte. Quieren, incluso, confesarse por teléfono; pero el sacerdote no puede hacerlo. Alguno ha ido a bautizarse antes de ir a la guerra y hacer su primera Comunión.
Miles han ido a refugiarse a los terrenos de los seminarios de dos ciudades; la Iglesia los acoge y les da de comer, les da un sitio para dormir y asearse, y apoyo espiritual.
Un proyectil alcanzó la residencia del obispo de Járkov, pero nadie resultó herido; y allí siguen preparando comidas para llevar a dos estaciones de metro cercanas.
En la diócesis de Kiev, la capital, los supermercados están vacíos; falta pan y agua. El obispo auxiliar se encarga de enviar lo necesario e, incluso, ayuda a cargar los vehículos con los que se distribuyen.
En un seminario se ha acogido a mujeres y niños, unos 160; y dos colegios católicos se han convertido en dormitorios. Los seminaristas y voluntarios los atienden.
Más de mil conventos y casas de religiosas (924 en Polonia y 98 en Ucrania) ayudan a los refugiados y desplazados por la guerra.”
Me enorgullece que mi comunidad y la de las Hermanas de María en Polonia también se han transformado en lugar de acogida.
El padre Arkadius, con quien estudié en Alemania en la década de los ochenta, y a quien visité un par de veces en Polonia escribió: “Para nosotros, la vida en nuestro Sion ha adquirido un nuevo ritmo. Conectamos la vida comunitaria con la situación de nuestros huéspedes. Intentamos ayudar a los refugiados en todo lo que podemos; y ellos participan activamente en la casa, las mujeres sobre todo en la cocina y los hombres en la casa y en el terreno. Quieren algo de normalidad en una situación para la que apenas se encuentran palabras.”
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com
Refugiados ucranianos en la casa de los Padres de Schoenstatt en Polonia