P. José Luis Correa Lira
Al inicio del texto del Evangelio de la Eucaristía de hoy dice san Juan que Jesús volvió de Samaria a Caná de Galilea, “donde había convertido el agua en vino.” (Jn 4, 46)
Este primer signo milagroso lo realizó Jesús en el contexto y en beneficio de unos novios que se casaban. En la celebración de la boda faltó vino y a instancias de la información transmitida por su madre María, y por la insistencia y acción indirecta de ésta, Jesús transforma mucha agua en muy buen vino (Cfr. Jn 2, 1 – 11)
Siempre le digo a los novios a quienes me toca el privilegio de bendecir su alianza nupcial que no dejen de recurrir nunca a la intercesión poderosísima de la Santísima Virgen, pues siempre habrá algo que les hará falta en su vida conyugal, ya sea de índole material como espiritual. A veces falta el trabajo y el dinero, pero muchas otras veces falta el tiempo para el diálogo sincero y profundo, faltan las expresiones de afecto y cariño delicadas y continuas. En fin, lo que sea que necesiten, les digo, no trepiden en hacérselo saber a la Virgen María para que Ella se lo susurre a su Hijo Jesús.
Por otro lado, la indicación de María a los sirvientes es sumamente importante, pues Ella no solo trajo, sino que también conduce a Cristo. ¡“Hagan lo que Él les diga”! Ese imperativo es fundamental para quien desea seguir y servir al Señor, para todo discípulo misionero. Así se transforma en colaborador en la obra de la salvación, no es mero espectador o pasivo observador.
Le pido a María por todos los novios, por los recién casados y por todo matrimonio para que encuentren en María a su Madre y Mediadora ante Jesús Salvador, el Hijo de Dios hecho carne, que tiene tan alta estima por el matrimonio y la familia que lo hace sacramento, signo de su amor por nosotros.
Bendiciones
P. JL
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