P. José Luis Correa Lira
Hace unos días celebré la Misa por las bodas de perla de un matrimonio muy querido. Encontré esta adaptación del: “Elogio de la vida imperfecta”:
Transformar las heridas en perlas.
La perla es espléndida y preciosa… pero nace del dolor, nace cuando una ostra es herida. Cuando un cuerpo extraño, ya sea una impureza o un grano de arena penetra a su interior y la habita y así la concha comienza a producir una sustancia llamada madreperla, con la cual recubre su cuerpo indefenso. Al final se transformará en una bella perla, luminosa y apreciada. Si no es herida, la ostra nunca podrá concebir perlas, porque la perla es una herida cicatrizada.
Alguna vez nos hemos preguntado ¿cuántas heridas llevamos dentro? ¿cuántas sustancias impuras nos habitan? Estas podrían ser limitaciones, debilidades, pecados, incapacidades, inadaptaciones, fragilidades físicas y psíquicas. ¿Y cuántas heridas más de nuestras relaciones interpersonales?
La cuestión fundamental para nosotros siempre será: ¿Qué hacemos con esto? ¿Cómo las vivimos? La única salida saludable es envolver nuestras heridas en esa sustancia cicatrizante que es el amor; la única posibilidad para crecer y ver nuestras propias “impurezas” convertidas en perlas.
La idea que frecuentemente llevamos dentro es que nuestra vida debió haber sido diferente, que para ser aceptados por nosotros mismos, por los demás y por Dios no deberíamos llevar dentro esas impurezas, queriendo ser simples “ostras vacías”, sin cuerpos extraños… pero esto es imposible, porque aun cuando consideremos que no fuimos heridos no significa que sea así, sino que sencillamente no se ha tenido el coraje de reconocerlo, que no hemos podido perdonarnos y perdonar, comprender y transformar ese dolor en amor.
En resumen, que no hay nada dentro de nosotros que amerite ser tirado a la basura, todo puede ser transformado en gracia, incluso el pecado, con tal de que sea ocasión para abrirse, para acoger y compartir. Jesús nos dice a cada uno de nosotros “ama esa parte de ti que no quisieras tener”, por eso es aconsejable comenzar a envolverla en amor y al final podremos comprobar que tenemos una perla preciosa, porque en la llaga reconocida y envuelta de amor, experimentarás el tesoro que llevas dentro.
Por eso es importante aprender a amarnos con nuestras virtudes y defectos, de esta manera lograr que la relación con nosotros mismos y con los demás sea lo más “placentera” posible y eso solo sucederá cuando seamos capaces de amarnos, no a pesar, sino a través de nuestras heridas y debilidades.”
Bendiciones
P. JL
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