P. José Luis Correa Lira
Cuando participamos en una liturgia, responso o Misa de funeral, muchas veces escuchamos la mención del pobre Lázaro, que no es el mismo a quien Jesús resucitó, el hermano de Marta y María (los de Betania)
En este texto lucano (16, 19-31) Jesús hace la comparación entre un hombre rico, que queda anónimo, y el mendigo, nombrado por su nombre propio, Lázaro.
Hoy continuamos viendo con espanto y desazón como Putin goza de una fortuna enorme, de palacetes en Rusia y otros sitios, al igual que sus otros amigos oligarcas, y se sigue banqueteando mientras ya casi tres millones de ucranianos han tenido que abandonar sus hogares a causa de la invasión y destrucción de sus bienes, incluidas iglesias, y la violación de su soberanía y muertes por doquier…
El rico del Evangelio tuvo muchos bienes en su vida terrenal (si bien o mal habidos, es también éticamente muy cuestionable), mientras que los innumerables Lázaros padecieron males en este tiempo, reciben agradecidos ayuda de manos generosas y bondadosas que los auxilian y acogen, y experimentarán consuelo definitivo en el cielo.
Es una de las tantas comparaciones que usa el Señor aplicable a nivel macro en esta situación y también micro en otras. Ojalá aprendamos a respetar a los demás sin imponerles nada, menos aun con violencia y a la fuerza, aniquilamiento y desmembramiento de sus orígenes, seres queridos perdidos.
Como pidió el Papa: “¡En nombre de Dios, detengan esta masacre!”.
P. JL
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