P. José Luis Correa Lira
El salmo que se reza en la Misa de hoy – el 50 – nos invita a tener un corazón contrito, algo que Dios no desprecia.
Uno de los dos elementos esenciales que comprende el sacramento del perdón, dentro de los actos del hombre, es la contrición, junto con la confesión de los pecados y la satisfacción. “Entre los actos del penitente, la contrición aparece en primer lugar. Es ‘un dolor del alma y una detestación del pecado cometido con la resolución de no volver a pecar’.
“Cuando brota del amor de Dios amado sobre todas las cosas, la contrición se llama ‘contrición perfecta’ (contrición de caridad). Semejante contrición perdona las faltas veniales; obtiene también el perdón de los pecados mortales si comprende la firme resolución de recurrir tan pronto sea posible a la confesión sacramental” .
“La contrición llamada ‘imperfecta’ (o ‘atrición’) es también un don de Dios, un impulso del Espíritu Santo. Nace de la consideración de la fealdad del pecado o del temor de la condenación eterna y de las demás penas con que es amenazado el pecador. Tal conmoción de la conciencia puede ser el comienzo de una evolución interior que culmina, bajo la acción de la gracia, en la absolución sacramental. Sin embargo, por sí misma la contrición imperfecta no alcanza el perdón de los pecados graves, pero dispone a obtenerlo en el sacramento de la Penitencia.”
“El arrepentimiento (llamado también contrición) debe estar inspirado en motivaciones que brotan de la fe. Si el arrepentimiento es concebido por amor de caridad hacia Dios, se le llama ‘perfecto; si está fundado en otros motivos se le llama ‘imperfecto’.
En síntesis: el “acto de contrición” es una respuesta del pecador a la gracia divina que lo lleva a detestar el pecado por el amor de Dios y a Dios. Implica el propósito de no volver a pecar, de satisfacer por los pecados cometidos y la promesa de confesarse lo antes posible.
Y en peligro de muerte o ante la ausencia de confesores, un acto de contrición perfecta nos justifica delante de Dios en espera de recibir la reconciliación de la Iglesia.
Como dijo el Papa Francisco a inicios de la Pandemia, “con un acto de contrición bien hecho, nuestra alma se convertirá y será blanca como la nieve”.
Aprovechemos este tiempo de cuaresma para hacer un buen examen de conciencia y volver a experimentar el perdón de Dios.
P. JL
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