P. José Luis Correa Lira
Ayer miércoles de Ceniza iniciamos el tiempo de Cuaresma. Cuarenta días de preparación a la celebración de la Gran Semana, la Semana Santa, que nos hace recordar los misterios centrales de nuestra fe: la muerte y resurrección de Jesús.
En el texto lucano del Evangelio de hoy, Jesús anuncia a los discípulos que sufrirá mucho, que será rechazado por las autoridades de los judíos (ancianos, sumos sacerdotes y escribas) y entregado a la muerte.
Pero simultáneamente anuncia que resucitará al tercer día.
Justamente es todo lo que celebraremos en el ‘Triduo Santo’, en el Viernes Santo, único día en todo el año que no hay celebración de la Santa Misa, pero sí la liturgia de la muerte de Cristo, en la que se puede comulgar (pues de la Misa del Jueves Santo, que recuerda la institución de la Eucaristía, en la Misa de la ‘Cena del Señor’, se consagra suficientes hostias que quedan en la reserva del Santísimo) y llegar el sábado a la Misa de Gloria, la más importante del año, y al domingo de Resurrección, anunciada por Jesús, como lo dijo en el trozo del Evangelio de la Misa de hoy mencionado arriba.
Ese texto culmina con una pregunta de Jesús: “¿De qué le sirve al hombre ganar todo el mundo, si se pierde a sí mismo?” Usando una hermosa frase de san Alberto Hurtado sustituiría el verbo ganar por gastar. El padre Hurtado hablaba de eso: gastar la vida por Cristo. Es muy distinto a ganar todo el mundo en esta vida y perderse la vida eterna.
Ojalá comprendamos de qué se trata esta exhortación y asumamos vigorosamente ese reto.
Bendiciones
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com