P. José Luis Correa Lira
Audio de la reflexión en YouTube Schoenstatt Costa Rica
La última frase del texto del Evangelio de hoy exhorta a tener y estar en paz unos con otros.
El tema de la paz es un tema gravitante en la Sagrada Escritura. Al mismo Jesús se le da el título de Príncipe de la Paz.
¿Pero que es la paz?
La paz no es solo la ausencia de guerras o conflictos.
San Agustín de Hipona, por ejemplo, la define como tranquilitas ordinis (tranquilidad, reposo en el orden)
Los Papas desde san Pablo VI vienen regalando a los católicos y gente de buena voluntad un mensaje anual sobre el particular, con ocasión de la Jornada Mundial de Oración por la Paz, para casa 1 de enero .
Aquí algunos de los temas de los mensajes del pontificado del Papa Francisco para cada inicio de año:
2014: La fraternidad, fundamento y camino para la paz.
2016: Vence la indiferencia y conquista la paz.
2017: La no violencia: un estilo de política para la paz.
2019: La buena política está al servicio de la paz.
2020: La paz como camino de esperanza: diálogo, reconciliación y conversión ecológica.
2021: La cultura del cuidado como camino de paz.
2022: Diálogo entre generaciones, educación y trabajo: instrumentos para construir una paz duradera.
San Juan Pablo II en una catequesis habló del Espíritu Santo, fuente de la paz :
“1. La paz el gran deseo de la humanidad de nuestro tiempo. Lo es de dos formas fundamentales: la exclusión de la guerra como medio de solución de las diferencias entre los pueblos ―o entre los Estados― y la superación de los conflictos sociales mediante la realización de la justicia (…) persisten también en nuestro mundo conflictos profundos que son el origen de muchas disputas étnicas y culturales, además de económicas y políticas. Para ser realistas y leales, no se puede menos de reconocer la dificultad, es más, la imposibilidad de conservar la paz sin un principio más elevado que actúe profundamente en los ánimos con fuerza divina.
2. Según la doctrina revelada, este principio es el Espíritu Santo, que comunica a los hombres la paz espiritual, la paz íntima, que se expande como paz en la sociedad.
Es Jesús mismo quien, hablando a los discípulos en el Cenáculo, anuncia su paz («os dejo la paz»: Jn 14, 27): paz comunicada a los discípulos con el don del Espíritu Santo, que establece en los corazones dicha paz (…) La obra pacificadora de Cristo se realizará por medio del Espíritu Santo (…) la primera forma de paz que los hombres necesitan: la paz conseguida con la superación del obstáculo del pecado. Es una paz que sólo puede venir de Dios, con el perdón de los pecados mediante el sacrificio de Cristo. El Espíritu Santo, que realiza este perdón en los individuos, es para los hombres principio operativo de la paz fundamental que reconcilia con Dios.
4. Según san Pablo, la paz es «fruto del Espíritu Santo», relacionado con el amor: «Fruto del Espíritu es amor, alegría, paz…» (Ga 5, 22). Se contrapone a las obras de la carne, entre las cuales (…) figuran «discordia, celos, iras, rencillas, divisiones, disensiones, envidias…» (Ga 5, 20). Se trata de un conjunto de obstáculos que son, ante todo, interiores, y que impiden la paz del alma y la paz social (…) Pablo dice de Cristo que «es nuestra paz» (Ef 2, 14), y explica que Cristo hizo la paz y reconcilió a todos los hombres con Dios por medio de su sacrificio (…)
5. En la carta a los Filipenses, el Apóstol habla de la paz como de un don concedido «La paz de Dios (…) custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús» (Flp 4, 6-7) (…)
Pablo recomienda no crear perturbaciones en la comunidad, no suscitar conflictos y no escandalizar a los demás: «Procuremos (…) lo que fomente la paz y la mutua edificación» (Rm 14, 19), exhorta (…)
7. El cristiano debe empeñarse, por tanto en secundar la acción del Espíritu Santo, alimentando en el alma las «tendencias del espíritu que son vida y paz» (Rm 8, 6). De aquí las repetidas exhortaciones del Apóstol a los fieles, para «conservar la unidad del Espíritu con el vínculo de la paz» (Ef 4, 3), para comportarse «con toda humildad, mansedumbre y paciencia, soportándoos unos a otros por amor» (Ef 4, 3) y para abandonar cada vez más las «tendencias de la carne que llevan al odio a Dios» y que están en conflicto con las del Espíritu, que «son paz» (Rm 8, 6-7). Sólo si están unidos en «el vínculo de la paz», los cristianos se muestran «unidos en el Espíritu» y son seguidores auténticos de aquel que vino al mundo para traer la paz (…) el Espíritu Santo hace reconocer sus inspiraciones mediante la paz íntima que ellos llevan en el corazón. Las sugerencias del Espíritu Santo van en el sentido de la paz, no en el de la turbación, la discordia, la disensión y la hostilidad frente al bien. Puede haber una legítima diversidad de opiniones sobre puntos particulares y sobre los medios para alcanzar un fin común; pero la caridad, participación en el Espíritu Santo, impulsa hacia la concordia y la unión profunda en el bien que quiere el Señor. San Pablo es categórico: «Dios no es un Dios de confusión, sino de paz» (1 Col 4, 33).
Esto vale, obviamente, para la paz de los ánimos y de los corazones en el seno de las comunidades cristianas. Pero cuando el Espíritu Santo reina en los corazones, los estimula a hacer todos los esfuerzos por establecer la paz en las relaciones con los demás, en todos los niveles: familiar, cívico, social político, étnico, nacional e internacional (cf. Rm 12, 18; Hb 12, 14).”
Pax tecum
P. JL
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