P. José Luis Correa Lira
Hace unos días leí una frase de san Leonardo que me pareció interesante e importante compartirla. Dice el santo: “Deja la tristeza para aquellos que están en el mundo. Los que trabajamos para Dios debemos estar alegres.”
Sobre la alegría el Papa actual ha escrito mucho. Por eso no puedo dejar de aconsejar la (re)lectura de algunos de los textos fundamentales del Papa Bergoglio en los que toca este tema, a saber:
Las Exhortaciones apostólicas “La alegría del Evangelio” (Evangelii gaudium) del 2013; Amoris Laetitia (La alegría del amor) de 2016; y Gaudete et exsultate, de 2018.
Ya en el puro comienzo de la primera, la EG, denuncia el Papa “el gran riesgo del mundo actual, con su múltiple y abrumadora oferta de consumo, es una tristeza individualista que brota del corazón cómodo y avaro, de la búsqueda enfermiza de placeres superficiales, de la conciencia aislada. Cuando la vida interior se clausura en los propios intereses, ya no hay espacio para los demás, ya no entran los pobres, ya no se escucha la voz de Dios, ya no se goza la dulce alegría de su amor, ya no palpita el entusiasmo por hacer el bien.”
Como pastor de la Iglesia universal dice: “Comprendo a las personas que tienden a la tristeza por las graves dificultades que tienen que sufrir, pero poco a poco hay que permitir que la alegría de la fe comience a despertarse, como una secreta pero firme confianza, aun en medio de las peores angustias”.
Pidamos a Dios que nuestras tristezas se conviertan en alegría (Cf. Jn 16,20) y que podamos transmitir “la Buena Nueva, no a través de evangelizadores tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino a través de ministros del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo.”
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com