P. José Luis Correa Lira
Hoy es el día de los enamorados. Muchas veces les he dicho a las parejas de novios que el amor de pareja no es en primer lugar ni solo un sentimiento o una mera atracción. Es una vocación, una decisión que implica una opción por otra persona. Por eso a todos los novios que acompaño y les bendigo su matrimonio les aconsejo la lectura del librito ‘Yo te elijo a ti para siempre’.
Les comparto un par de recomendaciones del Papa Francisco a los novios comprometidos a casarse
“Cuando el amor asume el cauce de la institución matrimonial. La unión encuentra en esa institución el modo de encauzar su estabilidad y su crecimiento real y concreto (…) el amor es mucho más que un consentimiento externo o que una especie de contrato matrimonial (…) la decisión de dar al matrimonio una configuración visible en la sociedad, con unos determinados compromisos, manifiesta su relevancia:
-muestra la seriedad de la identificación con el otro,
-indica una superación del individualismo adolescente,
-y expresa la firme opción de pertenecerse el uno al otro.
Casarse es un modo de expresar que realmente se ha abandonado el nido materno para tejer otros lazos fuertes y asumir una nueva responsabilidad ante otra persona. Esto vale mucho más que una mera asociación espontánea para la gratificación mutua, que sería una privatización del matrimonio. El matrimonio como institución social es protección y cauce para el compromiso mutuo, para la maduración del amor, para que la opción por el otro crezca en solidez, concretización y profundidad (…) Implica (…) obligaciones, (…) que brotan del mismo amor, de un amor tan decidido y generoso que es capaz de arriesgar el futuro.
Optar por el matrimonio (…) expresa la decisión real y efectiva de convertir dos caminos en un único camino, pase lo que pase y a pesar de cualquier desafío. Por la seriedad que tiene este compromiso público de amor, no puede ser una decisión apresurada, pero por esa misma razón tampoco se la puede postergar indefinidamente. Comprometerse con otro de un modo exclusivo y definitivo siempre tiene una cuota de riesgo y de osada apuesta. El rechazo de asumir este compromiso es egoísta, interesado, mezquino, no acaba de reconocer los derechos del otro y no termina de presentarlo a la sociedad como digno de ser amado incondicionalmente (…) quienes están verdaderamente enamorados tienden a manifestar a los otros su amor. El amor concretizado en un matrimonio contraído ante los demás (…) es manifestación y resguardo de un «sí» que se da sin reservas y sin restricciones. Ese sí es decirle al otro que siempre podrá confiar, que no será abandonado cuando pierda atractivo, cuando haya dificultades o cuando se ofrezcan nuevas opciones de placer o de intereses egoístas (…) Quien está enamorado no se plantea que esa relación pueda ser sólo por un tiempo; quien vive intensamente la alegría de casarse no está pensando en algo pasajero (…) La unión que cristaliza en la promesa matrimonial para siempre, es más que una formalidad social o una tradición, (…) para los creyentes, es una alianza ante Dios que reclama fidelidad (…) Un amor débil o enfermo, incapaz de aceptar el matrimonio como un desafío que requiere luchar, renacer, reinventarse y empezar siempre de nuevo hasta la muerte, no puede sostener un nivel alto de compromiso. Cede a la cultura de lo provisorio (…) «prometer un amor para siempre es posible cuando se descubre un plan que sobrepasa los propios proyectos, que nos sostiene y nos permite entregar totalmente nuestro futuro a la persona amada». Que ese amor pueda atravesar todas las pruebas y mantenerse fiel en contra de todo, supone el don de la gracia que lo fortalece y lo eleva (…)”
Y en su reciente Carta a los matrimonios dice que “una palabra a los jóvenes que se preparan al matrimonio. Si antes de la pandemia para los novios era difícil proyectar un futuro cuando era arduo encontrar un trabajo estable, ahora aumenta aún más la situación de incerteza laboral (…) invito a los novios a no desanimarse, a tener la “valentía creativa” que tuvo san José (…) cuando se trate de afrontar el camino del matrimonio, aun teniendo pocos medios, confíen siempre en la Providencia, ya que «a veces las dificultades son precisamente las que sacan a relucir recursos en cada uno de nosotros que ni siquiera pensábamos tener» (Carta ap. Patris corde, 5). No duden en apoyarse en sus propias familias y en sus amistades, en la comunidad eclesial, (…) para vivir la vida conyugal y familiar aprendiendo de aquellos que ya han transitado el camino que ustedes están comenzando.”
Bendiciones,
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com