P. José Luis Correa Lira
El texto de San Lucas que leemos en el Evangelio de hoy nos trae cuatro bienaventuranzas (hay versión según san Mateo, en el capítulo quinto) y cuatro advertencias
En la primera parte, se encuentran las ‘bienaventuranzas’. Sinónimos para la palabra Bienaventurado son dichoso, feliz.
La segunda parte del ‘Discurso del Monte’ nos presenta los así llamados ‘ayes’ que son advertencias. Al buscar antónimos para ‘bienaventurado’, encontramos las palabras infeliz y desdichado.
Toda persona busca, anhela la felicidad. Nadie hay que no quiera ser feliz; el drama es que no todos la alcanzan… En el tiempo actual (sobre)abundan recetas para ser feliz; manuales; tips; técnicas… Muchos se presentan como distribuidores de la felicidad: prometen éxito en poco tiempo, grandes ganancias a la mano, soluciones mágicas para todos los problemas, etc.
Dios sale al encuentro de este anhelo del ser humano; quiere nuestra felicidad; Jesús propone actitudes que se traducen en actos, acciones: Ser humildes, modestos, desprendidos y sencillos, pacíficos y pacientes incluso padecidos por ser perseguidos (‘incomprendidos y rechazados’, como dijo el Papa Francisco sobre el P. Kentenich en octubre de 2014)
Perseguidos por ser justos; por dar a cada uno lo que le es debido: a Dios, culto, alabanza, adoración; perseguidos por causa de la fe, religión.
Un tercer momento lo trae el Evangelio de Juan (13, 17): “Ustedes serán felices si hacen esto”; ‘Haz el bien y serás feliz!
El Papa Francisco dijo hace tres años lo siguiente:
“Estamos llamados a la felicidad, a ser bendecidos (…) Las Bienaventuranzas de Jesús son un mensaje decisivo, que nos empuja a no confiar en las cosas materiales y transitorias, a no buscar la felicidad siguiendo a los comerciantes de humo, que a menudo son comerciantes de la muerte, los profesionales de la ilusión No debemos seguirlos porque son incapaces de darnos esperanza. El Señor nos ayuda a abrir los ojos, a obtener una visión más penetrante de la realidad, a sanar de la miopía crónica que el espíritu del mundo nos transmite. A través de su palabra paradójica, nos sacude y nos hace reconocer lo que realmente nos enriquece, nos sacia, nos da alegría y dignidad. En resumen, lo que realmente da sentido y plenitud a nuestras vidas.”
La primera bienaventuranza del Nuevo Testamento está dirigida a María: feliz de ti, porque creíste.
La última está dirigida a nosotros, si como María creemos. Felices los que, sin ver, creen. Por eso pedimos:
“Que la Virgen María nos ayude a escuchar este evangelio, con la mente abierta y el corazón abierto, para que fructifique en nuestras vidas y seamos testigos de una felicidad que no decepciona, la de Dios nunca decepciona.”
Bendiciones
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com