Hace algunos días leí una frase de San Ambrosio que me dio que pensar. Decía el santo obispo de Milán que “la lentitud en el esfuerzo es extraña a la gracia del Espíritu”.
Por el contrario, entonces tendríamos que afirmar que la prontitud y la celeridad en el esfuerzo van de la mano con la gracia de Dios.
No se trata de un asunto de velocidad, sino de actitud. Hay situaciones que ralentan los procesos, como la pandemia en cierto modo. Otras veces se producen aceleraciones.
A veces hay que aplicar el dicho italiano: piano, piano, va lontano.
Recuerdo una parte de una canción que dice ‘apura el paso’. Creo que en todo esfuerzo que hagamos, también en el espiritual, debemos ir sin prisa ni pausa. O como proponía el padre Kentenich: hacia adelante, hacia arriba, sin jamás retroceder. O sea, sin detenerse, pues eso ya es el comienzo del retroceso.
Me quedo con la actitud de la Virgen María, que partió presurosa a la montaña para atender a su pariente Isabel.