P. José Luis Correa Lira
Hace unos días leí un tweet de un obispo español, Mons. Juan Ignacio Munilla, que decía lo siguiente:
“La vida no consiste en esperar a que pase la tormenta, sino en aprender a bailar bajo la lluvia.”
Tiene toda la razón este prelado hispano. Si uno se queda esperando que las tempestades de la vida amainen para hacer algo, puede pasar (y perderse) mucho tiempo en la inactividad.
Un refrán criollo sostiene que al mal tiempo hay que dar buena cara. Todas las situaciones, incluso las más difíciles y dificultosas, pueden ayudar a sacar lo mejor de uno mismo para salir airoso.
El padre Kentenich, a quien recordábamos especialmente ayer, escribió en su larga estada en el Campo de Concentración de Dachau muchas meditaciones, de una de ellas cito esta idea cercana a lo que estamos reflexionando:
“Quien, como Cristo, funda toda su existencia en el Padre (…) irradia siempre una gran tranquilidad, aun cuando la tempestad ruja en torno a la casa.”
Y en otra oración afirma:
“Aunque nos amenacen el mundo y el Demonio, o tempestades se ciernan sobre nosotros, tú vences todos los peligros y nos concedes tu inmenso poder.”
Termino con una canción de Martín Valverde: “Aun en la tormenta, aun cuando arrecie el mar, te alabo, te alabo Señor.”
P. JL
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