P. José Luis Correa Lira
Un día como hoy, hace exactamente 80 años, el padre José Kentenich, que estaba prisionero de la Gestapo en una cárcel en Coblenza, ante la posibilidad que le presentan para ser revisado por segunda vez por el médico de la cárcel, para eventualmente conseguir que sea declarado no apto para ir al Campo de Concentración, meditando y buscando el querer de Dios, decide no aceptar ese ofrecimiento que habían conseguido sus seguidores y colaboradores.
La respuesta la tuvo clara en plena celebración clandestina de la Eucaristía muy de madrugada, durante la consagración.
Cito textualmente lo que escribió el propio padre Kentenich:
“Había luchado conmigo mismo durante toda la noche para descubrir cual era la voluntad de Dios. Ahora tenía claridad. No firmaré la solicitud, si yo tengo que elegir, que decidir, entonces: para mí la muerte y las cadenas, pero para la Familia ha de ser la libertad.”
Más tarde confesó que “fueron días sumamente difíciles. Luché interioramente, recé. Gustoso quise entregarme por entero a la familia y sacrificar todo por ella: la libertad, el honor, la vida, con tal de asegurar así la libertad interior de la familia, el mundo de ideales y anhelo, para todos los tiempos. ¿Qué era lo que Dios quería? No tuve una visión, un sueño, ni una iluminación especial. En esa lucha solitaria sólo conté con la fe sencilla en la providencia divina”.
Evidentemente esa respuesta no fue comprendida.
Para él se trataba de conquistar la libertad interior de su familia espiritual a costa de su libertad exterior, aun asumiendo los consabidos riesgos vitales reales de lo que ocurría en esos lugares de reclusión nazi.
Ya en octubre del año anterior, en 1941, escribió una carta que contiene una oración, que es una forma ampliada del ‘Suscipe’, de San Ignacio de Loyola: “Por manos de mi Madre recibe, Señor, la donación total de mi libertad soberana (…) lo que tú dispongas es mi querer y mi bien.”
No es que él haya querido ser enviado al Campo de Concentración, sino que quería saber cuál era la voluntad de Dios. Eso es lo único importante.
Esta fecha y su entorno se trasformó en un hito importantísimo en la historia de Schoenstatt, por su significado y trascendencia.
En marzo de ese año 1942 fue trasladado al Campo de Concentración de Dachau, donde efectivamente Dios lo salvó un par de veces de ser asesinado. Recién salió de ahí con del término de la Segunda Guerra Mundial.
Dios nos de esa libertad interior para hacer, como María y en alianza de amor con Ella, siempre y solo la voluntad divina.
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com