P. José Luis Correa Lira
La boda en Caná de Galilea. Este texto, que relata un episodio muy importante en la vida pública de Jesús, es uno de los Evangelios más utilizados en la celebración de matrimonios.
Lo que los evangelios sinópticos (Mateo, Marcos y Lucas) llaman milagro, Juan lo llama signo, porque revela también la identidad de Jesús (quién es y qué quiere) y la gloria del Padre Dios.
Como sea que se le denomine, ciertamente este prodigio en beneficio de estos novios es impactante. Siempre en la vida de todos, más aún en la vida compartida y comprometida en matrimonio, algo nos faltará, ya sea en lo material como en lo espiritual, a nivel personal o comunitario…
Por eso recurrir a la intercesión poderosísima de la Virgen María para que Ella diga a su Hijo Jesús aquello que nos es menester, es un recurso lícito (está a la mano) y seguro.
No es casual (como no lo es nada nunca, pues todo está en el plan de amor de Dios) que el primer signo / milagro de Jesús haya sido justamente a favor de un (del) matrimonio. Jesús “inició su vida pública con el milagro en la fiesta nupcial en Caná” . ¡Tan alta estima tiene Dios por la unión conyugal!
En su Exhortación Apostólica sobre el amor en la familia (Amoris Laetitia), el Papa Francisco cita a un autor inglés, quien “expresaba que, en un sentido, el matrimonio puede considerarse superior a los demás sacramentos, porque simboliza algo tan grande como «la unión de Cristo con la Iglesia o la unión de la naturaleza divina con la humana»”.
Este signo realizado en Caná anuncia tanto la hora de Jesús, como también el momento en que a su Madre María le es revelada plenamente su vocación de mujer y madre.
Y la indicación de María Santísima a los sirvientes es tan sensacional como simple, clara y precisa: “¡Hagan lo que Él les diga!” ; ‘Do it’. Esa es la misión de la Virgen, traer y conducir hacia Jesús, para con y como Ella colaborar en el descubrir y cumplir la voluntad del Padre Dios: “¡Hágase en mi según Tu palabra!” .
Bendiciones a todos los que se casan, se casaron y se preparan, aunque remotamente (en un buen noviazgo y ‘pololeo’ ) a contraer matrimonio.
P. JL
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