Jesús enseñaba con autoridad, nos dice Marcos al inicio del relato del Evangelio que leemos en la Eucaristía de hoy.
Autoridad que no es sinónimo de potestad, como bien sabemos, pues hay personas que tienen potestad, pero no autoridad.
Auctoritas y paternitas si son conceptos y realidades emparentadas.
Auctor esse, autor de vida significa literalmente autoridad. Y en eso la semejanza con paternidad es total. El verdadero padre, y por ende la verdadera madre, son aquellos que, teniendo vida, gestan vida nueva. Dan su vida en favor de una vida diferente que proviene de Dios, pero que requiere su cooperación activa.
La autoridad interior se gana, no se obtiene de otro modo que sino con la entrega coherente, generosa, desinteresada de sí. También respeta la vida ajena que tiene que servir igualmente.
Por eso Jesús suscitó adhesión en los que lo siguieron, sus discípulos y los apóstoles, y quienes hasta el día de hoy estamos en su escuela.
Y era tal la autoridad de Jesús, que hasta los demonios y espíritus inmundos le obedecían, como finaliza el episodio narrado por el evangelista Marcos.
Que todos los que tengan (en)cargos de autoridad, en el plano eclesial o civil, la ejerzan al estilo de Jesús, Hijo del Padre Todopoderoso.