P. José Luis Correa Lira
Lucas nos habla de Ana (no santa Ana la madre de María) de una anciana profetisa que no se apartaba del Templo y que habló del niño Jesús. Dice al respecto el Catecismo:
“La Presentación de Jesús en el templo (cf. Lc 2, 22-39) lo muestra como el Primogénito que pertenece al Señor (cf. Ex 13,2.12-13). Con Simeón y Ana toda la expectación de Israel es la que viene al Encuentro de su Salvador (…). Jesús es reconocido como el Mesías tan esperado, “luz de las naciones” y “gloria de Israel”, pero también “signo de contradicción”. La espada de dolor predicha a María anuncia otra oblación, perfecta y única, la de la Cruz que dará la salvación que Dios ha preparado “ante todos los pueblos.”
En el Evangelio de hoy se nos transmite también una dimensión importante de la humanidad de Jesús: el niño iba creciendo y fortaleciéndose, se llenaba de sabiduría y la gracia de Dios estaba con Él.
Esas palabras dichas sobre Jesús Niño en el relato lucano (Lc 2, 40) una vez cumplido todo lo que prescribía la Ley del Señor (la presentación del Niño en el Templo) también pueden ser aplicadas a todos los niños una vez que son bautizados y presentados en la Iglesia.
Los papás y padrinos se comprometen a educar en la fe al recién bautizado hijo o ahijado, para que se llene de la sabiduría de Dios, que le servirá para más tarde distinguir lo bueno de lo malo, lo verdadero de lo falso y tomar las mejores decisiones en su vida.
Bendiciones.
P. JL
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