P. José Luis Correa Lira
Juan, apóstol y evangelista se supo y sintió, en cierta manera, predilecto del Señor, ‘el discípulo amado de Jesús’ dice de sí mismo, no en forma exclusiva o excluyente, sino afirmativa y positivamente, algo que ojalá todos pudiésemos sentir y decir.
Por eso tuvo la osadía de reclinar su cabeza sobre el pecho del Maestro en la Última Cena, por lo mismo fue el único del grupo de los Doce que acompañó al Señor hasta la Cruz donde recibió el testamento de su amigo Jesús: cuidar a su Madre María. ‘Y desde entonces el discípulo la llevó consigo.’
Siendo el menor de los Apóstoles, a pesar de haber llegado primero al sepulcro, sin embargo, supo esperar a que llegara Pedro y éste entrase en primer lugar para cerciorarse de la tumba vacía, como se los habían dicho algunas mujeres. Respetuoso de la autoridad que su Señor había otorgado a Cefas.
Junto con ser el más joven (¿un adolescente quizá?) es el único de los Apóstoles que no murió martirizado.
Hago mía la petición en palabras kentenijianas: Haz Señor que me sepa amado por ti .
Que como Juan acojamos a la Madre del Señor como madre nuestra también y la llevemos con nosotros a todos los ámbitos de nuestra vida.
Bendiciones
P. JL
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