P. José Luis Correa Lira
Esta tarde, esta noche y mañana todo el día celebraremos Navidad.
José con María su esposa, embarazada, fueron de Nazareth a Belén. Ahí nació Jesús, en un pesebre, porque no hubo otro lugar para ellos. “El Salvador, el Mesías el Señor” (los 3 títulos que el ángel refiere a Jesús al hablar y consolar a los pastores que pasaban la noche en el campo vigilando sus rebaños)
Como el coro de los ángeles, también nosotros queremos dar gloria a Dios en el cielo y desear la paz a los de buena voluntad.
Meditemos brevemente sobre estas dos acciones:
Primero, dar gloria a Dios.
La gloria de Dios es la vida del hombre (el hombre vivo), y la vida del hombre es la visión de Dios como dice San Irineo.
Encontrarán (verán y adorarán) al niño recostado en un pesebre, envuelto en pañales, dijo el ángel a los pastores.
Nos preguntamos ¿Cuál es el pesebre donde nace Jesús y con qué pañales lo envolvemos?
Hoy Jesús quiere nacer en nuestro corazón. Ahí quiere encontrar posada. Quiere entrar y quedarse con nosotros. El que es Emmanuel, el Dios con nosotros, igual a nosotros en todo salvo en el pecado.
Nos hemos preparado exterior e interiormente
– Hemos colocado adornos navideños, el pasito (pesebre le llaman en algunos países) con sus figuras reales, históricas, únicas (ángeles, pastores y sabios de oriente que llegaron más tarde, siguiendo la estrella incluso algunos animalitos de la zona)
– Celebramos maravillosamente las posadas el miércoles 15 acá en el Santuario Familia de Esperanza.
– Hemos dispuesto nuestro corazón, con oración de petición: ¡Ven Señor Jesús!
Segundo: desear la paz (noche de paz)
La paz que es la tranquilidad en el orden querido por Dios
– ¿Hemos mejorado las relaciones con los demás, en la familia, el barrio, la escuela, el trabajo?
– ¿Hemos sembrado paz y esperanza, hemos llevado alegría a los tristes y abandonados, a los más necesitados?
La paz es fruto de la justicia, que es dar a cada cual lo que le debemos, en primer lugar, respeto.
Les comparto finalmente un texto del Papa Francisco que nos puede ayudar en nuestra reflexión:
“La elección de Belén y Nazaret nos dice que la periferia y la marginalidad son predilectas de Dios. Jesús (…) nace en una periferia y pasó su vida, hasta los 30 años, en esa periferia, trabajando como carpintero, como José. Para Jesús, las periferias y las marginalidades son predilectas (…) Dios, que sigue manifestándose en las periferias geográficas y existenciales.
El Señor actúa siempre a escondidas (…) también (…) en las periferias del alma, de los sentimientos, tal vez sentimientos de los que nos avergonzamos; pero el Señor está ahí para ayudarnos a ir adelante. El Señor continúa manifestándose en las periferias, tanto en las geográficas, como en las existenciales. Jesús va en busca de los pecadores, entra en sus casas, les habla, los llama a la conversión (…) Jesús va hacia las periferias. Y esto nos debe dar mucha confianza, porque el Señor conoce las periferias de nuestro corazón, las periferias de nuestra alma, las periferias de nuestra sociedad, de nuestra ciudad, de nuestra familia, (…) esa parte un poco oscura que no dejamos ver, tal vez por vergüenza (…) José (…) es un verdadero maestro de lo esencial: nos recuerda que lo realmente valioso no llama nuestra atención, sino que requiere un paciente discernimiento para ser descubierto y valorado. Descubrir lo que vale.
Pidámosle (…) esta capacidad de discernir y esta capacidad de evaluar lo esencial. Volvamos a empezar desde Belén, volvamos a empezar desde Nazaret.”
¡Feliz Navidad!
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com