P. José Luis Correa Lira
La solemnidad de hoy nos recuerda la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de María Virgen, a través de la bulla Ineffabilis Deus del Papa Pio Nono (8 de diciembre de 1854), que dice que, “la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda la mancha de pecado original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo Salvador del género humano.”
Consecuencias de este estar preservada del pecado original es que en Ella todo se mantuvo en orden, en perfecta armonía, tanto su relación con Dios, como su relación con los demás, así como en sus facultades humanas no se produjo desequilibrio alguno entre el afecto, la voluntad y la inteligencia. Todas sus facultades perfecta y ordenadamente integradas y vinculadas entre sí.
El ángel Gabriel en el momento de la anunciación la saluda como ‘llena de gracia’ (Lc 1, 28), pues para poder dar el asentimiento libre de su fe al anuncio de su vocación era preciso que ella estuviese totalmente poseída por la gracia de Dios.
Ella fue enriquecida desde el primer instante de su concepción con una santidad resplandeciente del todo singular , santidad que le viene toda entera de Cristo: ella es ‘redimida de la manera más sublime en atención a los méritos de su Hijo’ (LG 53). Y “por la gracia de Dios, María ha permanecido pura de todo pecado personal a lo largo de toda su vida.”
Bendiciones por intercesión de la Purísima.
P. JL
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