P. José Luis Correa Lira
Muchos novios eligen como Evangelio para la Misa de su matrimonio el texto de Mateo 7 (versículos 21. 24-27): la ‘casa construida sobre roca’, justo el de la Eucaristía de hoy.
A veces recurro a algo que un hermano de comunidad usaba con frecuencia: un acróstico. Entonces les digo lo siguiente, desglosando la palabra roca:
La R significa reciedumbre, lo que vale tanto para permanecer firmes y fieles a convicciones y principios sólidos y no dejarse llevar por tendencias de moda que son efímeras, pasajeras y peligrosas. Tampoco por caprichos.
La O se refiere a la oración. Pretender vivir el sacramento del matrimonio sin una vida sacramental frecuente, vale decir yendo a Misa todos los domingos, confesándose al menos una vez al año, etc., así como sin rezar para agradecer, pedir con confianza filial y ofrecer lo que van haciendo y también padeciendo o sufriendo, es imposible.
La C habla por el valor de la comunidad, y no solo la conyugal que forman entre los que se casan, sino por la utilidad de participar en grupos de matrimonios, como lo sugiere el propio Papa Francisco en la Amoris Laetitia.
Finalmente, la A es claramente para lo esencial que hace la relación de la pareja: el amor, en todas sus formas y grados y de acuerdo a las características que enlista san Pablo en su Primera Carta a los Corintios (el himno a la caridad)
Que esto que vale para los novios recién casados lo traslademos cada uno a su propia vocación y misión de vida.
P. JL
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