P. José Luis Correa Lira
En la Carta de san Pablo a los Romanos, que hoy leemos como primera lectura, afirma el apóstol de las gentes, que “hay que creer con el corazón para alcanzar la santidad y declarar con la boca para alcanzar la salvación.”
Hay pues una relación intrínseca entre santificación y misión, apostolado, evangelización. La “santificación se orienta al apostolado y de él vive”, decía el padre Kentenich, fundador del Movimiento Apostólico de Schoenstatt.
No podemos ni debemos convertirnos en un ‘club de autosantificación’. “La autosantificación es el gran medio para que lleguemos a ser capaces de convertirnos (…) en portadores del apostolado laical.”
“Hemos de ser apóstoles de pies a cabeza. Todo lo que somos, tenemos y hacemos debe llegar a tener una impronta apostólica. Incluso nuestra santificación personal. No hacemos apostolado para santificarnos a nosotros mismos, sino al revés: trabajamos en la santificación de nosotros mismos para abordar la labor apostólica.”
“Quien quiera hacer un apostolado fecundo (…) solo lo conseguirá si trabaja primero sobre sí mismo, con consecuencia y lucidez (…) (hay que) poner gran énfasis en la santificación personal.”
“Cuanto más perfecto seas tú mismo…, cuanto más te esfuerces por la perfección que te pida tu estado, tanto más fecunda será tu actividad” .
Por eso tenemos confianza, en “una gran fecundidad apostólica…esperamos ahora una inmensa fecundidad” y lo pedimos a la Reina de los Apóstoles y de Cenáculo.
P. JL
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