P. José Luis Correa Lira
El comentario del Evangelio de la Misa de hoy (Lc 20, 27-40) lo tomo de las homilías del Papa san Juan Pablo II en algunas de sus catequesis de 1981.
“Cuando resuciten de entre los muertos, ni se casarán ni serán dadas en matrimonio’ (Mc 12, 25). (…) en la futura resurrección, los hombres, después de haber vuelto a adquirir sus cuerpos en la plenitud de la perfección propia de la imagen y semejanza de Dios después de haberlos vuelto a adquirir en su masculinidad y feminidad, ‘ni se casarán ni serán dados en matrimonio’ (…) el matrimonio, esa unión en la que (…) ‘el hombre… se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne’ (…) pertenece exclusivamente a ‘este siglo’. El matrimonio y la procreación (…) no constituyen el futuro escatológico del hombre. En la resurrección pierden, (…) su razón de ser. Ese ‘otro siglo’ del que habla Lucas (20, 35) significa la realización definitiva del género humano, la clausura cuantitativa del círculo de seres que fueron creados a imagen y semejanza de Dios, a fin de que, multiplicándose a través de la conyugal ‘unidad en el cuerpo’ de hombres y mujeres, sometiesen la tierra (…)
La resurrección, según las palabras de Cristo (…), significa no sólo la recuperación de la corporeidad y el restablecimiento de la vida humana en su integridad mediante la unión del cuerpo con el alma, sino también un estado totalmente nuevo de la misma vida humana. (…)
Las palabras ‘ni se casarán ni serán dadas en matrimonio’ parecen afirmar (…) que los cuerpos humanos, recuperados y al mismo tiempo renovados en la resurrección, mantendrán su peculiaridad masculina o femenina y que el sentido de ser varón o mujer en el cuerpo en el ‘otro siglo’ se constituirá y entenderá de modo diverso del que fue desde ‘el principio’ y luego en toda la dimensión de la existencia terrena. Las palabras del Génesis: ‘dejará el hombre a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y vendrán a ser los dos una sola carne’ (2, 24), han constituido desde el principio esa condición y relación de masculinidad y feminidad que se extiende también al cuerpo, y a la que justamente es necesario definir ‘conyugal’ y al mismo tiempo ‘procreadora’ y ‘generadora’; efectivamente, está unida con la bendición de la fecundidad, pronunciada por Dios (Elohim) en la creación del hombre ‘varón y mujer’ (Gen 1, 27). Las palabras pronunciadas por Cristo sobre la resurrección nos permiten deducir que la dimensión de masculinidad y feminidad esto es, el ser en el cuerpo varón y mujer quedará nuevamente constituida, juntamente con la resurrección del cuerpo, en el ‘otro siglo’.
¿Se puede decir algo aún más detallado sobre este tema? (…) ‘los juzgados dignos de tener parte en aquel siglo y en la resurrección de los muertos… ya no pueden morir, y son semejantes a los ángeles e hijos de Dios, siendo hijos de la resurrección’ (Mateo y Marcos dicen sólo que ‘serán como ángeles en los cielos’). Este enunciado permite (…) deducir una espiritualización del hombre según una dimensión diversa de la vida terrena (e incluso diversa de la del mismo ‘principio’) (…) aquí no se trata de transformación de la naturaleza del hombre en la angélica, esto es, puramente espiritual. El contexto indica claramente que el hombre conservará en el ‘otro siglo’ la propia naturaleza humana psicosomática. Si fuese de otra manera, carecería de sentido hablar de resurrección.
Resurrección significa restitución a la verdadera vida de la corporeidad humana, que fue sometida a la muerte en su fase temporal.”
Hasta ahí la reflexión del Papa polaco.
P. JL
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