P. José Luis Correa Lira
En la primera lectura de la Misa de hoy, del Segundo libro de los Macabeos, se relata algo inusitado, único; el arresto de siete hermanos junto con su madre. Fueron torturados (azotados) y obligados a comer carne de cerdo, algo prohibido por la ley de los judíos.
El libro sagrado alaba la fortaleza tanto de la madre como de sus hijos, que prefirieron la muerte a traicionar sus principios. Los verdugos le mataron a sus hijos en un solo día y ella fue capaz de soportar eso con entereza, pues ellos tenían su esperanza puesta en el Señor.
El rey intentó disuadir al último de los hijos que aún estaba vivo, haciéndole falsas promesas de felicidad, a condición que renegara de las tradiciones de sus padres.
Increíble la mamá que animó a este último hijo que le quedaba recordándole el buen ejemplo de sus hermanos martirizados. Ejemplar también la reacción del hijo que no abjuró, sino que reiteró su fidelidad y docilidad a la ley mosaica, los diez mandamientos.
Deberíamos tomar como ejemplo a los dos, la mamá en su fortaleza y el hijo en su intransable fidelidad a los principios. Eso no es intransigencia, sino perseverancia hasta el final.
P. JL
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