P. José Luis Correa Lira
Oren siempre y sin desfallecer, dijo Jesús a sus discípulos . Orar en toda ocasión es también exhortación paulina.
Pero no se puede orar ‘en todo tiempo’, como lo sugiere San Pablo y en todo lugar si no se ora, con particular dedicación, en algunos momentos: son los tiempos fuertes de la oración cristiana, en intensidad y en duración.
“Dios exige mantener nuestro espíritu despierto para poder escuchar su hablarnos silencioso” . “Preguntar por Dios, buscar su rostro: ésa es la primera condición para subir al encuentro con Dios” . La “verdadera oración, (es) estar interiormente con Dios de manera silenciosa” .
“Solamente en el silencio se afirma el alma profundamente en Dios. Solamente en el silencio percibe el alma lo grande, las últimas verdades y será autónoma y segura en el pensar y querer, y será consistente en el actuar. Solamente el que sabe callar en el momento indicado, sabrá también hablar en el momento y en la situación adecuada.”
También enseña Jesús que hay que “orar para no caer en tentación” (Mt 2, 41)
“El (…) que aspira a la santidad de la vida diaria ama la oración; y porque se esfuerza en lograr la santidad, tiene una especial disposición a orar (…) El que sabe rezar bien, sabe vivir bien”. Juan Pablo II indicaba que hay que ser “capaz de aspirar a un ‘alto grado’ de santidad, al que se llega especialmente mediante el arte de la oración.”
“Si le damos tanta importancia a estar, actuar y vivir siempre unidos y entrelazados con Dios, debería ser una evidencia que, de algún modo, interrumpamos algunas veces la actividad cotidiana, para establecer el contacto actual con Dios. Y esto sucede a través de las prácticas religiosas” , los momentos de oración, de comunicación y de íntima comunión en el diálogo con Dios, siendo esto último lo más importante.
“Se ora como se vive, porque se vive como se ora”, enseña el Catecismo.
P. JL
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