P. José Luis Correa Lira
En distintos momentos una y otra vez vuelven a aparecer en los noticiarios informaciones de profanaciones de iglesias, ya sea por activistas feministas, en su mayoría proabortistas, que rayan los muros de nuestros templos con consignas no solo heréticas, sino vulgares y grotescas.
En algunos países de Europa Central, algunas diócesis han tenido que vender parroquias y se ha tenido que desacralizar el lugar destinado al culto divino.
¡Qué decir de los actos vandálicos de quemas de iglesias, incluso hace poco, con feligreses dentro! Algo verdaderamente demoníaco.
En el Evangelio de la Eucaristía de hoy Jesús al encontrar en el templo de Jerusalén a negociantes vendedores y cambistas montó en cólera y, con justa razón, los expulsó de ahí, diciéndoles “no conviertan la casa de mi Padre en un mercado”.
Creo que no hay que ir tan lejos como para revisar algunas conductas, menos escandalosas quizá, pero no por eso sin importancia por el hecho y su significado. ¡Cuántas veces nos topamos con gente a la cual le suena el celular en plena Misa, despistados u olvidadizos, pero lo que es peor, contestan (¡aunque salgan afuera a hacerlo!) Gente que lleva mascotas o juguetes a la Misa o comida, o mascan chicle durante la misma. Ni que decir de las posturas corporales y vestimentas de algunas personas. Cero recato y consideración que se está en un lugar sagrado.
Es importante que eduquemos a todos, niños, jóvenes y no tanto, a tratar dignamente la casa de Dios, pues el celo de tu casa me devora.
Bendiciones
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com