P. José Luis Correa Lira
La pariente (‘prima’) de la Virgen María, a quien la liturgia nos hace recordar hoy, aparece un par de veces nombrada en el Nuevo Testamento
Desposada con Zacarías, eran “rectos ante Dios, seguían todos los mandamientos y órdenes del Señor sin culpas” (Lc 1, 8-12)
El ángel Gabriel le dijo “No temas Zacarías, que tu petición ha sido escuchada, y tu mujer Isabel te dará un hijo, a quien llamarás Juan.” (Lc 1, 13)
Siendo ambos de avanzada edad e Isabel considerada estéril, algún tiempo después concibió. (Lc 1, 24)
El ángel informó a la Virgen María que su pariente Isabel había comenzado su sexto mes de embarazo. María viajó a un monte de Hebrón, en Judea, para visitar a Isabel (Lc 1, 26-40).
María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Cuando Isabel oyó el saludo de María la criatura dio un salto en su vientre; Isabel, llena de Espíritu Santo, exclamó con voz fuerte: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? Mira, en cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura dio un salto de gozo en mi vientre. ¡Dichosa tú que creíste! Porque se cumplirá lo que el Señor te anunció.” (Lc 1, 41-45)
La Visitación de María a Isabel culmina así: María “se quedó con ella 3 meses y después volvió a casa. Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo. Los vecinos y parientes, al enterarse de que el Señor la había tratado con tanta misericordia, se alegraron con ella. Al octavo día fueron a circuncidarlo y querían llamarlo como su padre, Zacarías. pero la madre intervino: Se llamará Juan.” (Lc 1, 56ss.)
Nada es imposible para Dios.
P. JL
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