P. José Luis Correa Lira
Una vez más leemos en el Evangelio de la Misa de hoy la enseñanza de Jesús respecto a la elección de los puestos mejores. Lo que Jesús dice al respecto lo hizo mirando cómo los convidados a comer en casa de uno de los jefes de los fariseos, escogían los primeros lugares.
A través de una parábola les dijo que no hay que buscar los puestos privilegiados o de honor, sino que es mejor ocupar el último lugar para que cuando venga el que te invita a ese evento te haga pasar y acercarte a la cabecera.
Advierte que, en caso contrario, si buscas un lugar principal, no sea que el que te haya invitado te diga que tienes que dejarle ese lugar a alguien más importante que tú. ¡Qué vergüenza!
La conclusión que saca de esta observación y de esta parábola es que el que se engrandece a sí mismo, será humillado, mientras que el que se humilla será engrandecido (Lc 14, 11)
¿Acaso no nos evoca esta aseveración el cántico del Magníficat de la Virgen María? Efectivamente, el mismo san Lucas nos transmite lo que dijo la Madre de Jesús en su visita a su pariente santa Isabel:
Dios, el Salvador ha mirado la humillación de su esclava, dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes.
Nos regale el Señor ser modestos, sencillos, humildes como María la sierva del Señor.
P. JL
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