P. José Luis Correa Lira
Hoy la liturgia de la Iglesia nos remonta a dos Apóstoles, los santos Simón y Judas, a quien se le atribuye la carta que lleva su nombre, incluida en el Nuevo Testamento.
Simón, no Simón Pedro, era conocido con el apodo de ‘fanático’ (el Zelote, lleno de celo), probablemente por haber participado en una suerte de guerrillas contra los romanos. Judas, no el Iscariote, era hijo de Jacob, llamado también Judas Tadeo, fue quien preguntó a Jesús en la última Cena sobre su manifestación. Y recibió como respuesta lo siguiente: El que me ame, observará mi palabra, y el Padre mío le amará, y vendremos a él y haremos nuestra mansión en él” (Jn 14, 23). Jesús anuncia así una nueva forma de presencia en cada persona, con tal de que ame y guarde, o sea cumpla sus palabras, para hacerse así templo en el que Dios habita. Así lo recordaba san Pablo a los cristianos de los primeros tiempos: “ustedes son el templo de Dios vivo, según dijo Dios: Yo habitaré y caminaré en medio de ellos, y seré su Dios y ellos serán mi pueblo” (2 Co 6,16).
Dios presente camina en medio de su pueblo. San Agustín, en su Sermón 21 aconsejaba de esta manera: “En realidad Dios no está lejos. Tú eres el que hace que esté lejos. Ámalo y se te acercará; ámalo y habitará en ti. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna”.
La presencia de Dios en el alma y la vida del creyente no puede separarse de la acción eficaz del Espíritu Santo. De ahí que Jesús se refiera aquí a Él y lo llama el Paráclito, término griego que significa literalmente el que camina en paralelo, mientras habla, sugiere y avisa. Por eso puede traducirse como ‘abogado’ y ‘consolador’. A propósito de este pasaje, los Padres de la Iglesia explican que la ausencia física de Jesús ante nuestros ojos permite precisamente esta acción eficaz de su Espíritu en nuestros corazones. Allí el Paráclito nos ‘recordará’ las palabras de Jesús, como Él mismo anuncia a sus discípulos (Cf. Jn 14, 26).
Nos continúe bendiciendo, guiando y fortaleciendo, animando y consolando Dios a través de su Santo Espíritu.
Bendiciones
P. JL
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