P. José Luis Correa Lira
San Pablo en su Carta a los Romanos, de la que hoy se lee un trozo del capitulo octavo, dice que los sufrimientos de esta vida no se comparan con la gloria que un día se manifestará en nosotros. Tema nada fácil de asimilar, sobre todo conociendo gente que sufre mucho, ya sea en cuerpo o espíritu.
Habla de la esperanza, de la que es objeto la plenitud de la salvación, y nos cuestiona “¿cómo se puede esperar lo que ya se posee?”, pues “si esperamos algo que todavía no poseemos, tenemos que esperarlo con paciencia”. Y afirma taxativamente: “esperar lo que ya se posee no es tener esperanza.”
¿Cómo está nuestra esperanza, que no defrauda?
Benedicto XVI, en su Encíclica sobre la esperanza cristiana, Spe Salvi (la esperanza que salva, en esperanza salvados), del 2007, dice que “se nos ofrece la salvación en el sentido de que se nos ha dado la esperanza, una esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar si lleva hacia una meta, si podemos estar seguros de esta meta y si esta meta es tan grande que justifique el esfuerzo del camino.”
Formula luego la pregunta: “¿de qué género ha de ser esta esperanza para poder justificar la afirmación de que, a partir de ella, y simplemente porque hay esperanza, somos redimidos por ella?”
Termina desarrollando el tema de la fe que es esperanza, ‘esperanza’ que “es una palabra central de la fe bíblica, hasta el punto de que en muchos pasajes las palabras ‘fe’ y ‘esperanza’ parecen intercambiables.”
Citando a san Pablo, en su primera Carta a los Tesalonicenses, cuando dice “no os aflijáis como los hombres sin esperanza” (1 Ts 4,13), comenta el Papa emérito que “en este caso aparece también como elemento distintivo de los cristianos el hecho de que ellos tienen un futuro: no es que conozcan los pormenores de lo que les espera, pero saben que su vida, en conjunto, no acaba en el vacío. Sólo cuando el futuro es cierto como realidad positiva, se hace llevadero también el presente.”
Ojalá no perdamos nunca la esperanza, ni la fe.
P. JL
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