P. José Luis Correa Lira
Hace 107, un día como hoy, en la capillita que servía como lugar de guarda de herramientas, y donde el grupo de jóvenes seminaristas menores tenía sus encuentros con el también joven sacerdote José Kentenich, este les propuso algo realmente novedoso e igualmente riesgoso. Les dijo que quería convertir ese lugar en un lugar de peregrinación (o sea un santuario) y pedirle a la Virgen María que tomara posesión del mismo. Esto sin mediar nada extraordinario, como alguna aparición o visión. Nada de ello. ¿Cómo ocurriría entonces eso?
Les dijo que podrían ejercer una influencia sobre el cielo ofreciendo su esfuerzo por la santidad de la vida diaria a través del fiel y fidelísimo cumplimiento del deber de estado. En el caso de ellos, el estudio y su formación al sacerdocio.
Hoy, ese acontecimiento fundacional es llamado alianza de amor con María (la forma de consagración que usamos en Schoenstatt) y esa capillita de san Miguel (así se llamaba) es el Santuario Original del Movimiento que toma su nombre del Valle de Schoenstatt, donde está emplazada dicha capilla.
El Movimiento se originó a partir de lo que ahí ocurrió y tiene en ese lugar su fuente de inspiración permanente. Son cientos de miles de personas las que han peregrinado en el transcurso de este siglo y algo, experimentando la presencia y la acción de Dios a través de la intercesión de la Virgen María, recibiendo las gracias que ahí reparte: acogimiento (cobijamiento), transformación interior y envío y fecundidad apostólica.
Eso se vivencia hoy en cada santuario filial de Schoenstatt (las más de 200 réplicas del Santuario Original) y los miles de ‘Santuario Hogar’, Santuarios Habitación’ y ‘Santuarios del Trabajo’.
Algo audaz que se ha demostrado como parte del plan de Dios.
Bendiciones
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com