P. José Luis Correa Lira
En el Evangelio de la Eucaristía de hoy Jesús advierte, entre otras cosas, sobre la importancia de la unidad: ‘todo reino dividido por luchas internas va la ruina.’ Y, por otro lado, añade que para proteger lo propio hay que ser fuertes y estar bien armados.
Lamentablemente muchas veces, gobiernos débiles, corruptos, etc. recurren a inventar o reflotar conflictos con vecinos para mantener artificialmente la unidad interna del pueblo, sobre todo en disputas por territorios fronterizos.
Este recurso, muchas veces ficticio, suele generar cohesión interna que permanece mientras dura el conflicto externo.
Pero volviendo a la unidad amenazada por luchas internas, el axioma de san Agustín puede servir para una nación, una comunidad, y hasta la propia familia. Dice así:
Unidad en lo fundamental, libertad en lo opinable y en todo, caridad.
(In dubiis libertas, in necessariis unitas, in omnibus caritas )
La pretendida unidad no es uniformidad, sino “integración orgánica de las legítimas diversidades”, como lo ha dicho Juan Pablo II. Aplicado al interno de la Iglesia: “El rostro pluriforme de la Iglesia” es lo que hace justamente su belleza.
Termino con palabras de una plegaria del P. Kentenich:
“Siempre allí (en la Iglesia, en la comunidad) reinen amor, verdad y justicia, y esa unión que no masifica, que no conduce al espíritu de esclavo”.
P.JL
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