P. José Luis Correa Lira
El tema que presenta el Evangelio de la Misa de hoy es complejo: el divorcio.
No voy a ahondar en la doctrina moral de la Iglesia, ya conocida, sino más bien en lo que, desde la pastoral, tratamos de hacer y ofrecer a aquellos que una vez casados por la Iglesia, se divorciaron y comenzaron una segunda unión: ‘divorciados en nueva unión’ (AL 243. 246. 298) o ‘divorciados vueltos a casar’ (AL 300)
Ya San Juan Pablo II en la Familiaris Consortio (FC 84) pedía una atención pastoral para quienes se encuentran en esta situación.
El Papa Francisco, para quien se trata de una prioridad pastoral (AL 244 y especialmente AL 298) en la Amoris Laetitia pide también atención, ‘cuidado’ pastoral (Cf AL 78) que se traduzca en acoger, acompañar (Cf AL 242) y ayudar. Por lo tanto, no abandonar (Cf AL 246) ni rechazar (AL 243. 299) a estas parejas. Se ha de proponer y posibilitar la participación en la vida eclesial (Cf AL 243) y motivar incluso a ‘aspirar a la santidad’. (Cf AL 305).
Nuestra experiencia, iniciada por el padre Antonio Cosp, en Paraguay, la hacemos a través de la Pastoral de la Esperanza (PE), que ha intentado poner todo esto en práctica. Agradezco a los monitores de los grupos de la PE y a todas las parejas que participan por su entrega y confianza. Dios los bendiga y retribuya todo el bien que hacen.
P.JL