P. José Luis Correa Lira
Son muy extendidas, conocidas y valoradas las obras vicentinas inspiradas en la vida y acción de san Vicente de Paúl, fundador de los vicentinos (Padres de la Misión, también llamados Misioneros Paúles, Lazaristas o Vicentinos en 1625) y de las Hijas de la Caridad junto a Luisa de Marillac (en 1633).
Se le considera, además, uno de los maestros de la espiritualidad francesa del siglo XVII, canonizado en junio de 1737. Ejemplo de la caridad cristiana, sostenía que no puede haber caridad sin justicia.
Tomo algunas pocas y posiblemente pobres pinceladas de la espiritualidad de san Vicente que encontré, a partir de una conferencia que da el 19 de septiembre de 1649 a las Hijas de la Caridad, donde concreta y analiza ‘los dos amores’: el amor afectivo y el amor eficaz. El primero es ‘la ternura hacia las cosas que se ama’, ‘la ternura del amor’. Este amor, dirá más tarde, hace que uno se vuelva hacia Cristo “tierna y afectuosamente, como un niño que no puede separarse de su madre y grita ¡mamá!, cuando la ve alejarse.”
Pero este amor afectivo es para él el más pequeño de los dos, es el amor de los comienzos; y compara los dos amores con dos hijos de un mismo padre; pero resulta que el amor efectivo “es el hijo pequeño al que el padre acaricia, con quien se entretiene jugando y cuyos balbuceos le encanta oír; pero el amor eficaz, es mucho mayor; es un hombre de veinticinco o treinta años, dueño de su voluntad, que va adonde le place y regresa cuando quiere, pero que, a pesar de ello, se ocupa de los asuntos familiares”.
San Vicente insiste en este segundo amor y en el ‘quehacer’ que conlleva: “Si hay alguna dificultad, es el hijo quien la soporta; si el padre es labrador, el hijo cuidará de que estén en orden las tierras y arrimará el hombro”. En este segundo amor apenas se siente que se es amado y se ama: “Parece como si el padre no sintiera por el hijo ninguna ternura y no le amará”. Sin embargo -afirma San Vicente- a este hijo mayor el padre “le ama más que al pequeño”. Y añade: “Hay entre vosotras algunas que no sienten a Dios en absoluto, que jamás le han sentido, que no saben lo que es sentir gusto en la oración, que no tienen la menor devoción, o al menos así lo creen… Hacen lo que hacen las demás, y lo hacen con un mayor que es tanto más fuerte cuanto menos lo sienten. Este es el amor eficaz que no deja de actuar, aun cuando no se deje ver.”
San Vicente quiere que se pase al amor eficaz, porque teme la nostalgia propia de las resoluciones demasiado generales y de las efusiones afectivas. En este sentido escribe a Luisa de Marillac que tales resoluciones le parecen ‘buenas’, pero que le “parecerían aún mejores si descendiera un poco más a lo concreto”, porque lo importante para él son los actos, mientras que “lo demás no es sino producto del espíritu, que habiendo hallado cierta facilidad y hasta cierta dulzura en la consideración de una virtud, se deleita con el pensamiento de ser virtuosos”; es preciso, pues, llegar a los “actos” porque, de lo contrario, se queda uno en la ‘imaginación’.”
Este ejemplo, como el de tantos otros santos del amor concreto nos mueva a practicar el amor al prójimo como punto de verificación del amor a Dios, como apuntaba san Juan.
Bendiciones
P. JL
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