P. José Luis Correa Lira
El Evangelio de hoy es la continuación del escuchado ayer:
Con los Doce acompañaban y ayudaban a Jesús “algunas mujeres a quienes había liberado de espíritus malignos y de otras enfermedades: María, llamada Magdalena, de la que Jesús había hecho salir siete demonios; Juana, la mujer de Cusa, administrador de Herodes; Susana y muchas otras.” (Lc 8, 2s.)
Una de las ayudas que prestaban a Jesús esas mujeres discípulas dice el texto era con sus propios bienes. Se subentiende que eran materiales, pero no hay porque negar que también habrán sido bienes materiales típicamente femeninos.
Desde la época de Jesús, pasando por el período apostólico, hasta nuestros días no han faltado en la Iglesia, y en todos los siglos y en todos los continentes, mujeres que han puesto sus haberes a disposición de la difusión de la fe y de muchas obras de misericordia, en proyectos educacionales y sociales, etc.
La lista de esas mujeres generosas es interminable. Destacan ciertamente algunas como referentes y representantes de tantas otras. Pienso en Clara de Asís, en las Teresas de Ávila y de Calcuta, en mujeres de la nobleza que lo pusieron todo a disposición de hospicios y hospitales, escuelas y en la evangelización.
Varias mujeres, como Prisca [Priscila] son asociadas con el liderazgo de iglesias en casas (Iglesia doméstica). En Hechos vemos la madre de Marcos proporcionar un hogar para cristianos (Hch 12, 12) y en Filipos oímos hablar de los creyentes reunidos en la casa de Lidia (Hch 16, 14-15, 40). Pablo saluda “Ninfas y a la iglesia en su casa” (Col 4, 15). Y quizás Chloè es también la anfitriona de una iglesia local (1 Cor 1,11)
En una oración del padre Kentenich leemos y meditamos:
“Desde entonces y con frecuencia aceptas, Señor, que nobles mujeres
te escojan como Esposo del alma.
En los miembros de tu Cuerpo te sirven movidas por ardiente amor
y con valentía inquebrantable.
Tienen ellas los rasgos de la ternura y la pureza de Cristo,
y no hay en ellas engaño, falsedad ni mentira;
van por los caminos de la creación (…) como vivas y luminosas huellas de Cristo y de María.”
Que por intercesión de la ‘bendita entre las mujeres’ nunca falten en la Iglesia esas mujeres
santas, cuyo aporte es fundamental e irreemplazable.
P. JL
p.jlcorrealira@gmail.com