P. José Luis Correa Lira
En la fiesta de hoy, la Exaltación de la Santa Cruz, el Evangelio según san Juan (3, 13-17) nos transmite una afirmación de Jesús en la que recuerda a Moisés: así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, así tiene que ser levantado el Hijo del hombre, para que todo el que crea en Él tenga vida eterna.”
Podemos leer este texto desde la confesión del centurión y los que estaban con él custodiando a Jesús crucificado, colgando del madero de la cruz, ‘elevado en el Gólgota’, dijeron: En verdad este era Hijo de Dios.”
Benedicto XVI ofreció una vez una breve, pero contundente reflexión sobre “el significado de este gran misterio: Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único para salvar a los hombres (cf. Jn 3,16). El Hijo de Dios se hizo vulnerable, tomando la condición de siervo, obediente hasta la muerte y una muerte de cruz (cf. Fil 2,8). Por su Cruz hemos sido salvados.
El instrumento de suplicio que mostró, el Viernes Santo, el juicio de Dios sobre el mundo, se ha transformado en fuente de vida, de perdón, de misericordia, signo de reconciliación y de paz. “Para ser curados del pecado, miremos a Cristo crucificado”, decía san Agustín (Tratado sobre el Evangelio de san Juan, XII, 11). Al levantar los ojos hacia el Crucificado, adoramos a Aquel que vino para quitar el pecado del mundo y darnos la vida eterna.
La Iglesia nos invita a levantar con orgullo la Cruz gloriosa para que el mundo vea hasta dónde ha llegado el amor del Crucificado por los hombres, por todos los hombres. Nos invita a dar gracias a Dios porque de un árbol portador de muerte, ha surgido de nuevo la vida. Sobre este árbol, Jesús nos revela su majestad soberana, nos revela que Él es el exaltado en la gloria. Sí, “venid a
adorarlo”. En medio de nosotros se encuentra Quien nos ha amado hasta dar su vida por nosotros, Quien invita a todo ser humano a acercarse a Él con confianza.”
Bendiciones por intercesión de la Mater Dolorosa, que estuvo y se mantuvo fiel a los pies de la cruz en la que fue asesinado su Hijo Jesús.
P. JL
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