P. José Luis Correa Lira
Jesús enseña una forma muy acertada para atreverse a criticar a alguien.
Es una pauta muy concreta y práctica para ejercitar la ‘correctio fraterna’:
Antes de llamar la atención a otro sobre algún defecto suyo, la sugerencia es revisar si uno mismo tiene el mismo defecto o uno peor.
Sacar a otra persona del error en una obra de caridad: corregir al que se equivoca.
Si tu hermano peca, dice otro pasaje de la Sagrada Escritura, entonces repréndele, “corrígelo en privado (‘repréndelo’ cf. Lc 17,3). Si te escucha habrás ganado a tu hermano”. (Mt 18, 15)
En el Antiguo Testamento el profeta Ezequiel lo dice así: “Si tu no hablas para advertir al malvado que abandone su mala conducta, (no solo) el malvado morirá por su culpa, (sino que) a ti te pediré cuenta de su sangre. Si tú adviertes al malvado para que se convierta de su mala conducta, y él no se convierte, él morirá por su culpa, pero tú habrás salvado tu vida” (Ez 33, 7- 9).
El cardenal capuchino, P. Raniero Cantalamessa hace el siguiente comentario a Mateo 18,15-201:
¿Por qué dice Jesús: ‘repréndele a solas’? Ante todo, por respeto al buen nombre del hermano, de su dignidad. Dice: ‘tú con él’, para dar la posibilidad a la persona de poderse defender y explicar sus acciones en plena libertad. Una franca explicación disipa muchos malentendidos. Pero esto no es posible cuando el problema se lleva de inmediato al conocimiento de todos.
El motivo último por el que es necesario practicar la corrección fraterna: No el orgullo de mostrar a los demás sus errores para resaltar nuestra superioridad. Ni el de descargarse la conciencia para poder decir: ‘Te lo había dicho. ¡Ya te lo había advertido! Peor para ti, si no me has hecho caso’.
El objetivo es ganar al hermano. Es decir, el genuino bien del otro. Para que pueda mejorarse (…) Si se trata de una culpa moral, para que no comprometa su camino espiritual y su salvación eterna.
No siempre depende de nosotros el buen resultado de la corrección (a pesar de las mejores disposiciones, el otro puede no aceptarla, hacerse más rígido); Depende siempre y exclusivamente de nosotros el buen resultado (…) a la hora de recibir una corrección.
1 P. Raniero Cantalamessa, viernes, 2 septiembre 2005.
Existe la corrección activa, también la pasiva; no solo existe el deber de corregir, y el deber de dejarse corregir. Quien quiere corregir a alguien tiene que estar dispuesto a ser corregido.
Se propone entonces el camino de la paciencia y de la firmeza comunitaria:
(1) Interperlar: se le llama la atención a solas, de lo cual se espera siempre el mejor de los resultados;
(2) Objetivizar: si la persona continúa tercamente en su comportamiento, entonces se invitan unos testigos para que quede claro de que no es mala intención contra la persona (una visión subjetiva de quien quiere ayudar) sino de algo objetivo;
(3) Llamar la atención formalmente: ahora el asunto llega al máximo nivel de corrección que es la comunidad entera (quizás representada en sus líderes).
Y conjugar bien verdad y caridad, pues la verdad dicha con caridad ayuda; la verdad dicha sin caridad destruye y la caridad sin verdad es engaño, adulación.
P.JL
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