P. José Luis Correa Lira
El Evangelio de la Misa de hoy nos transmite exigencias mayores del seguimiento a Jesús, al llevar el precepto del amor al prójimo a su nivel más alto: el amor a los enemigos (dos veces en este breve texto). En concreto dice Jesús hay que hacer el bien a los nos aborrecen, bendecir a los nos maldigan y orar por los que nos difamen.
La explicación de tan alta exigencia la da el mismo Señor: si amamos a los que nos aman, ¿Qué hay de extraordinario en eso? También los demás aman a quienes los aman, hacen el bien a los que les hacen el bien, etc.
En definitiva, dice Jesús que hay que tratar a los demás como queremos que ellos nos traten a nosotros. Algo de esto ya estaba dicho en el Antiguo Testamento, por ejemplo, en el libro de Tobías (cf. Tb 4, 16). Con la misma medida con que midamos seremos medidos. Y agrega un calificativo que en lenguaje del actual Papa es la esencia de Dios: la misericordia.
Por último, promete la recompensa en el cielo: tendrán un gran premio, recibirán una medida buena. Podemos evaluar nuestro comportamiento para con los demás de acuerdo a estos criterios bíblicos: ¿amamos a nuestros enemigos, a los que nos detestan y calumnian? ¿Rezamos por ellos, para que mejoren nuestras relaciones? Tanto de nosotros para con ellos, como de ellos para con nosotros
Un alivio es que no está dicho que pretendamos que nuestros enemigos deban transformarse en nuestros amigos.
P.JL
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