P. José Luis Correa Lira
En algunas ocasiones, en broma no siempre de buen gusto, se habla de las suegras, en particular cuando algunas se refieren a sus nueras como la que ‘no era’ la que ella quería para su hijo, o la que ella cree que su hijo merecía.
El caso es que en el Evangelio que nos transmite hoy san Lucas aparece la suegra de san Pedro. Esta señora estaba con fiebre muy alta, por lo cual le piden a Jesús que haga algo con ella. Jesús, de pie junto a la mujer, mandó con energía a la fiebre, y ésta (la fiebre) desapareció.
Uno de tantos prodigios realizados por el Señor, que devuelve la salud a tantos que con fe imploraban su intervención salutífera. Pero no hay que dejar de lado la actitud de la curada de su alta temperatura. Dice el texto lucano que se levantó enseguida y se puso a servirles.
En una situación normal, le hubiesen recetado descansar para reponerse y le hubiesen servido algo para beber o comer. En esta ocasión es la beneficiada con la recuperación de su salud la que se activa y pone a atener a los presentes.
Esa fue su forma de agradecer por el don recibido gratuitamente.
¿Cómo es nuestra actitud cuando nos reponemos de algún resfrío fuerte, o salimos invictos del mismo Covid (una ‘neumonía atípica’, como irónicamente la llamaba el ‘presidente’ /dictador del país vecino)? ¿Le damos gracias a Dios? ¿Agradecemos a los que nos atendieron y se preocuparon de nosotros? ¿Retribuimos en / con algo lo experimentado?
Ojalá el ejemplo de la mamá de la esposa del apóstol Pedro anime a todos a no dejar nunca de agradecer y servir. Como diría san Ignacio: ‘En todo amar y servir.’
P. JL