P. José Luis Correa Lira
Santa Rosa de Lima, a quien la liturgia celebra hoy, es la primera santa de tierra latinoamericana, nacida, criada y fallecida en la capital del Perú (Virreinato en ese tiempo).
Isabel Flores de Oliva nació en Lima, en 1586, y fue la primera mujer americana declarada santa por la iglesia católica. La bautizaron como Isabel, pero su madre -al ver que con el paso de los años su rostro se volvía sonrosado- la empezó a llamar con el nombre de Rosa.
Su fama de santidad era tal, que es la primera santa que antes de ser canonizada fue proclamada, de manera excepcional, patrona del Perú, del Nuevo Mundo y de Filipinas. Fue canonizada por el papa Clemente X en 1671, y se convirtió en la primera santa de América.
Santa Rosa fue laica y no religiosa, una terciaria en la orden de Santo Domingo. Es decir, una mujer que se vestía con túnica blanca y manto negro. Llevaba una vida consagrada a Dios, pero en su propia casa. Ella buscó imitar a Santa Catalina de Siena, la más famosa terciaria dominica.
Más de una vez pude visitar el santuario de Santa Rosa de Lima, situado en el centro histórico de la capital peruana, recinto conformado por una iglesia y un convento, construidos en los siglos XVII y XVIII junto a la casa donde vivió Isabel Flores de Oliva. Allí la santa vivió e inició sus curaciones milagrosas en este santuario, ubicado en la primera cuadra de la avenida Tacna, en el centro de Lima.
Falleció el 24 de agosto de 1617, a los 31 años.Junto a Martín de Porres, Toribio de Mongrovejo, Francisco Solano y Juan Macías, constituye el quinteto de santos del siglo de oro de la Iglesia peruana. Por su intercesión Dios bendiga a la Iglesia peruana y latinoamericana con muchos más frutos de santidad en nuestras tierras.
P. JL