P. José Luis Correa Lira
Nuevamente leemos en el Evangelio de la Eucaristía de hoy una parábola de Jesús. Esta vez se trata del banquete de bodas preparado por un rey para su hijo y los invitados que no se dignan ir, hasta que finalmente salen sus criados a buscar a las calles gente para hacer entrar a la fiesta, entre los cuales llega uno sin el vestido adecuado.
Ahí viene la llamada de atención a partir de la cual podemos sacar consecuencias.
Muchos son los llamados, pocos los escogidos.
A priori nadie está excluido. Eso queda claro a la hora que se hace incapié que en tres oportunidades se va a buscar personas para que ingresen a la celebración, pues todo estaba listo y bien preparado.
¿Qué significa estar arreglado, vestido de fiesta para la celebración?
Pienso que en primer lugar, es no tener la actitud de los que primero habían sido invitados y no fueron. Tampoco hacerse de rogar, ni hacerse el importante, pero sí estar con la mejor disposición, arregladito, o como se dice popularmente, que nos pille arrepentidos y confesados, a la hora que nos inviten a pasar a la boda celestial.
Bendiciones
P. JL