P. José Luis Correa Lira
Ayer celebramos en Costa Rica el día de la Madre. Es bonito porque en el calendario litúrgico se celebra la solemnidad de la Asunción de la Virgen María al cielo. Las dos mamás que tenemos todos los creyentes: la que nos trajo al darnos a luz y la madre celestial que Jesús nos dejó como tesoro al confiar a su madre a Juan al pie de la cruz: ‘ahí tienes a tu madre.’ (Jn
19, 26s.) Y el discípulo desde aquel momento la llevó consigo, continúa el texto joánico.
También nosotros estamos invitados a acoger a la Madre de Jesús como nuestra Madre. No es solo tener una estampa o una imagen de la Virgen María en casa, sino asumir que, si Ella es nuestra Madre, tenemos derechos y obligaciones de hijos, sabiendo que María toma muy en serio su rol materno frente a nosotros.
En este sentido el diálogo de Nuestra Señora de Guadalupe con Juan Diego es conmovedor. También lo es la reflexión que ofreció el Papa Francisco a los obispos mexicanos sobre la mirada de María. De ese discurso destaco algunos pasajes: “la ‘Virgen Morenita’ nos enseña que la única fuerza capaz de conquistar el corazón de los hombres es la ternura de Dios. Aquello que encanta y atrae, aquello que doblega y vence, aquello que abre y desencadena no es la fuerza de los instrumentos o la dureza de la ley, sino la debilidad omnipotente del amor divino, que es la fuerza irresistible de su dulzura y la promesa irreversible de su misericordia (…) Como enseña la bella tradición guadalupana, la ‘Morenita’ custodia las miradas de aquellos que la contemplan, refleja el rostro de aquellos que la encuentran. Es necesario aprender que hay algo de irrepetible en cada uno de aquellos que nos miran en la búsqueda de Dios. Sólo una Iglesia que sepa resguardar el rostro de los hombres que van a tocar a su puerta es capaz de hablarles de Dios. La Guadalupana está ceñida de una cintura que anuncia su fecundidad. Es la Virgen que lleva ya en el vientre el Hijo esperado por los hombres. Es la Madre que ya gesta la humanidad del nuevo mundo naciente. Es la Esposa que prefigura la maternidad fecunda de la Iglesia de Cristo.”
“Madre, con tu Hijo Divino desciende a los caminos de nuestra patria para que, siguiendo vuestras huellas, encuentre la paz verdadera y estable.
Patria, sólo tendrás salvación si, en amor, te unes a María y a su Hijo. Amén.”
Bendiciones por intercesión de la Mater habebit curam (la madre cuidará perfectamente)
P. JL