P. José Luis Correa Lira
Ayer citábamos al Papa emérito Benedicto XVI en su discurso sobre santa Clara de Asís. En la misma alocución dijo que “cuando dos almas puras y enardecidas por el mismo amor a Dios se encuentran, la amistad recíproca supone un estímulo fuertísimo para recorrer el camino de la perfección. La amistad es uno de los sentimientos humanos más nobles y elevados que la gracia divina purifica y transfigura. Al igual que san Francisco y santa Clara, también otros santos han vivido una profunda amistad en el camino hacia la perfección cristiana, como san Francisco de Sales y santa Juana Francisca de Chantal. Precisamente san Francisco de Sales escribe: ‘Es hermoso poder amar en la tierra como se ama en el cielo, y aprender a quererse en este mundo como haremos eternamente en el otro. No hablo aquí del simple amor de caridad, porque ese deberíamos sentirlo hacia todos los hombres; hablo de la amistad espiritual, en el ámbito de la cual dos, tres o más personas se intercambian la devoción, los afectos espirituales y llegan a ser realmente un solo espíritu’ (Introducción a la vida devota III, 19).”
Santa Juana Francisca de Chantal nació en Dijón en 1572. Era hija del presidente del parlamento de la ciudad. Vivió una infancia y juventud propia de la nobleza a la que pertenecía. Se casó con el barón Rabutin Chantal, con quien formó su familia. Ella dio comienzo a la Orden de la Visitación de Santa María, que dirigió hasta su muerte en diciembre de 1641.
Benedicto XVI dijo en otra ocasión , que san Francisco de Sales, cultivó una “profunda comunión espiritual con una personalidad excepcional, santa Juana Francisca de Chantal, (de la que) nació una nueva familia religiosa, la Orden de la Visitación, caracterizada —como quiso el santo— por una consagración total a Dios vivida en la sencillez y la humildad, en hacer extraordinariamente bien las cosas ordinarias: ‘…quiero que mis Hijas —escribió— no tengan otro ideal que el de glorificar [a nuestro Señor] con su humildad.’
Y sigue el Papa emérito:
“Leyendo el libro sobre el amor de Dios, y más aún las numerosas cartas de dirección y de amistad espiritual, se nota bien qué gran conocedor del corazón humano fue san Francisco de Sales. A santa Juana de Chantal escribe: ‘Esta es la regla de nuestra obediencia, que os escribo con letras mayúsculas: hacer todo por amor, nada por la fuerza, amar más la obediencia que temer la desobediencia. Os dejo el espíritu de libertad, ya no el que excluye la obediencia, pues esta es la libertad del mundo; sino el que excluye la violencia, el ansia y el escrúpulo’ (Carta del 14 de octubre de 1604).
De Francisco de Sales dice que se trata de un “testigo ejemplar del humanismo cristiano. Con su estilo familiar, con parábolas que tienen a menudo el batir de alas de la poesía, recuerda que el hombre lleva inscrita en lo más profundo de su ser la nostalgia de Dios y que sólo en él encuentra la verdadera alegría y su realización más plena.”
Surjan pues en la Iglesia siempre estas santas amistades.
P. JL